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¿El oro a 10.000 dólares?
SAN FRANCISCO – Nunca ha resultado fácil sostener una conversación racional sobre el valor del oro.
Últimamente, con los precios del oro más de un 300% por encima de los de la década pasada, resulta más difícil que nunca.
Apenas en el pasado mes de diciembre, mis colegas los economistas Martin Feldstein y Nouriel Roubini escribieron columnas de opinión cuestionando valientemente el sentimiento alcista del mercado, y señalando con criterio los riesgos del oro.
¿Y saben qué?
Desde que aparecieron sus artículos, el precio del oro aumentó aún más.
Los precios del oro incluso alcanzaron recientemente un récord de 1.300 dólares.
En diciembre pasado, muchos analistas a favor del oro sostenían que el precio iba inevitablemente camino a los 2.000 dólares.
Hoy, envalentonados por la apreciación continua, algunos están sugiriendo que el oro podría llegar incluso a superar esa cifra.
Un inversor en oro exitoso recientemente me explicó que los precios de las acciones perdieron vigor durante más de una década antes de que el índice Dow Jones atravesara la marca de 1.000 a principios de los años 1980.
Desde entonces, el índice ha trepado por encima de 10.000.
Ahora que el oro atravesó la barrera mágica de los 1.000 dólares, ¿por qué no puede aumentar diez veces más también?
Es cierto, pensar en que el oro llegue a un precio mucho más alto no es el salto de imaginación que parece.
Después de un ajuste por inflación, el precio de hoy no está ni cerca del máximo sin precedentes de enero de 1980.
En aquel momento, el oro llegó a 850 dólares, o muy por encima de 2.000 dólares en moneda de hoy.
Pero podría decirse que enero de 1980 fue un “pico inusitado” durante un período de inestabilidad geopolítica extrema.
El precio de hoy, 1.300 dólares, probablemente sea más del doble de los precios del oro promedio ajustados por inflación y a muy largo plazo.
¿Qué justificaría, entonces, otro gran incremento de los precios del oro en adelante?
Una respuesta, por supuesto, es un colapso completo del dólar estadounidense.
Frente a déficits que se disparan y a una política fiscal sin timón, uno efectivamente se pregunta si una administración populista no recurriría imprudentemente a la imprenta.
Y si uno está realmente preocupado por eso, el oro realmente podría ser la protección más confiable.
Sin duda, algunos podrían decir que los bonos indexados por inflación ofrecen una protección contra la inflación que es mejor y más directa que el oro.
Pero los analistas a favor del oro tienen razón al preocuparse sobre si el gobierno cumplirá o no con sus compromisos en circunstancias más extremas.
De hecho, como Carmen Reinhart y yo discutimos en nuestro reciente libro sobre la historia de las crisis financieras, This Time is Different (Esta vez es diferente), los gobiernos limitados por falta de fondos muchas veces convertirán forzadamente deuda indexada en deuda no indexada, precisamente para que su valor pueda desinflarse.
Hasta Estados Unidos derogó cláusulas de indexación en los contratos de bonos durante la Gran Depresión de los años 1930.
Aún así, el hecho de que una inflación muy alta sea posible no la hace probable, de manera que deberíamos ser cautelosos cuando decimos que los precios más altos del oro están siendo impulsados por expectativas inflacionarias.
Algunos han dicho en cambio que la prolongada marcha ascendente del oro ha sido motivada en parte por el desarrollo de nuevos instrumentos financieros que facilitan comercializar y especular con el oro.
Este argumento probablemente tenga algo de válido –y también un cierto grado de ironía-.
Después de todo, los alquimistas medievales se embarcaban en lo que hoy consideramos una búsqueda absurda de maneras de transformar metales base en oro.
¿No sería paradójico, entonces, que la alquimia financiera pudiera fabricar un lingote de oro que valiera muchísimo más?
En mi opinión, el argumento más poderoso para justificar el elevado precio del oro actual es el espectacular surgimiento de Asia, América Latina y Oriente Medio en la economía global.
Mientras legiones de nuevos consumidores ganan poder adquisitivo y la demanda inevitablemente aumenta, haciendo subir el precio de las materias primas escasas.
Al mismo tiempo, los bancos centrales de los mercados emergentes necesitan acumular reservas en oro, que todavía tienen en una proporción muy inferior a la de los bancos centrales de los países ricos.
De modo que, sí, podría decirse que existen factores fundamentales sólidos que respaldan el precio más elevado del oro de hoy, aunque es mucho más debatible si seguirán respaldando precios más altos en el futuro y, de ser así, hasta qué punto.
De hecho, otro factor fundamental crítico que ha venido respaldado los precios altos del oro puede resultar mucho más efímero que la globalización.
Los precios del oro son extremadamente sensibles a los movimientos de las tasas de interés globales.
Después de todo, el oro no paga interés y hasta cuesta un dinero almacenarlo.
Hoy, con las tasas de interés en mínimos récord en muchos países, resulta relativamente barato especular con el oro en lugar de invertir en bonos.
Pero si las tasas de interés reales aumentan significativamente, como bien puede suceder algún día, los precios del oro pueden caer en picada.
La mayor parte de la investigación económica sugiere que los precios del oro son muy difíciles de predecir en el corto a mediano plazo, siendo las probabilidades de pérdidas y ganancias bastante parejas.
Por lo tanto resulta peligroso inferir a partir de las tendencias de corto plazo.
Es cierto, el oro ha experimentado una corrida importante, pero lo mismo sucedió con los precios de las viviendas a nivel mundial hasta hace un par de años.
Si uno es un inversor con un buen respaldo económico, un fondo de riqueza soberana o un banco central, resulta absolutamente sensato tener una porción modesta de su cartera en oro como una protección contra acontecimientos extremos.
Pero, a pesar del encanto extremo del oro a raíz de un alza extraordinaria de su precio, sigue siendo una apuesta muy riesgosa para la mayoría de nosotros.
Por supuesto, este tipo de consideraciones podrían tener escasa influencia en los precios.
Lo que era válido para los alquimistas del pasado sigue siendo válido hoy: el oro y la razón muchas veces son difíciles de reconciliar.
Una Europa conservadora
La semana pasada, Tony Blair, Jacques Chirac y Gerhard Schroeder se reunieron en Berlín.
Al separarse, prometieron reactivar el crecimiento de Europa.
Ya hemos oído esa promesa vacía en ocasiones anteriores.
En cambio, la Unión Europea necesita una nueva dirección.
Lo digo como dirigente del partido que ha estado a la vanguardia del compromiso de Gran Bretaña con Europa.
Fue un gobierno conservador el que solicitó por primera vez la adhesión a comienzos del decenio de 1960.
Un gobierno conservador llevó a cabo la adhesión del Reino Unido a la Comunidad Económica Europea en 1973.
Margaret Thatcher colaboró con Jacques Delors con vistas a la creación del Mercado Único en 1986.
Por esa razón, no me cabe duda de que Gran Bretaña debe seguir siendo influyente dentro de la Unión.
Ante una nueva iniciativa de la UE, nuestra respuesta tradicional ha sido con frecuencia la de oponernos, votar en contra, perder la votación y después adoptarla de mala gana y echar la culpa a todos los demás.
Naturalmente, existen unos requisitos básicos que todos los Estados miembros deben aceptar.
Los más importantes son las cuatro libertades del mercado único: libre circulación de bienes, servicios, personas y capitales.
Pero un mercado único no requiere una única política industrial o social y mucho menos aún una política fiscal común.
Al permitir a los países aplicar sus propias políticas en esos sectores fomenta la competitividad.
La imposición de unas normas comunes hará que Europa quede más rezagada, al hacer los Estados miembros recaer sus costos en sus vecinos.
¿En qué sectores deben aplicarlas todos los Estados miembros y en cuáles deben ser optativas?
Creo que todos los Estados miembros deben administrar aquellas políticas que no afecten de forma directa e importante a otros Estados miembros.
En los sectores que estén al servicio de su interés nacional, cada uno de los Estados miembros debe decidir si debe conservar totalmente el control nacional o cooperar con los demás.
Los miembros de la Unión deben formar una serie de círculos superpuestos: combinaciones diferentes de Estados miembros deben poder mancomunar sus atribuciones en diferentes sectores por ellos elegidos.
Ya existen precedentes.
La OTAN ha sido flexible desde su comienzo.
Francia se adhirió, pero después se negó a someter sus fuerzas armadas al mando central de la OTAN.
Con el euro, el Acuerdo de Shengen y la Carta Social existe una flexibilidad similar,
Se pueden ampliar esos precedentes.
Hasta ahora, todos han tenido que avanzar juntos y determinados países han negociado cláusulas de exclusión voluntaria.
En lugar de que los Estados miembros por separado deban celebrar negociaciones para acogerse a la cláusula de exclusión voluntaria respecto de una nueva iniciativa, simplemente quienes la apoyan pueden adherirse a ella.
Los países que quieran integrarse más pueden hacerlo.
No necesitan arrastrar a Gran Bretaña y a otros pataleando y dando gritos tras ellos, porque no estarán obligados a unírseles.
De ese modo podemos liberarnos del tira y afloja institucionalizado que ha caracterizado las relaciones en la UE.
No hablo de una Europa de dos velocidades.
Eso significa que todos convenimos en el destino y sólo diferimos en la velocidad del viaje.
Yo no quiero alcanzar el destino al que aspiran algunos de nuestros socios.
Hay quienes dicen que eso significaría una pérdida de influencia por parte de los países que opten por no integrarse más estrechamente.
Gran Bretaña no necesita un puesto a la mesa, cuando se adoptan decisiones sobre el euro.
Nuestra economía no se ha visto perjudicada por no habernos integrado en la zona de la moneda única.
El mantenimiento de la libra no significa que nos opongamos al euro o esperemos que fracase.
La Unión Europea debe dejar de intentar hacerlo todo y centrarse en hacer menos cosas pero más eficazmente.
Debe brindar a los Estados miembros la oportunidad de formular un planteamiento de Europa que convenga a sus tradiciones nacionales, en el marco de la UE.
En eso se basan los conservadores británicos para oponerse a la constitución propuesta.
Naturalmente, no estamos de acuerdo con muchas de sus disposiciones, pero también nos oponemos a la idea de que exista una constitución de la UE.
Existe una diferencia abismal entre una asociación de Estados-nación unidos por un tratado y una entidad única -ya se la llame Estado o no- con su propia personalidad jurídica, cuya autoridad se derive de su constitución.
Si se aceptara esa constitución mínimamente en la forma propuesta, la UE adquiriría muchos de los atributos y los símbolos de carácter estatal: su propio Presidente y su propio ministro de Asuntos Exteriores, su propio sistema jurídico.
La supremacía de la legislación de la UE no se debería a actos de los parlamentos nacionales, sino a una constitución supranacional.
Se trata de un cambio radical, no de una simple operación de arreglo como algunos dan a entender.
No creo que sea apropiado hacer un cambio de esa magnitud sin consultar específicamente a los pueblos en cuyo nombre gobernamos.
Los parlamentos elegidos no son dueños de nuestras libertades.
Las salvaguardan y no deben reducirlas sin un mandato explícito al respecto.
Se debe someter a los ciudadanos británicos y a los de cada uno de los Estados miembros de la UE cualquier propuesta de nueva constitución
Una nueva agenda europea para el crecimiento
BRUSELAS.– La austeridad por sí misma no puede resolver la crisis económica y financiera de europea.
El crecimiento y el empleo deben promoverse con igual fervor.
Los líderes de la Unión Europea reconocen ahora que impulsar la reactivación de la economía era una prioridad en la agenda de la reunión del Consejo Europeo del 30 de enero.
Pero la gran pregunta subsiste: ¿Cómo?
La necesidad de acción inmediata es clara.
La economía de la eurozona se contrajo durante los últimos tres meses de 2011; hasta Alemania se redujo.
El nuevo año se presenta sombrío.
Francia se mantiene estancada (al igual que Gran Bretaña).
Italia y España se han sumido en una profunda recesión.
Grecia enfrenta su quinto año de aguda crisis económica.
Y la falta de empleo en la eurozona ha alcanzado valores record, con casi uno de cada dos jóvenes desempleado en España y Grecia.
Los obstáculos económicos son formidables: la austeridad fiscal, las altas tasas de interés fuera de los países con calificación AAA, los recortes bancarios del crédito, el desapalancamiento de los hogares, la débil inversión del sector privado, las caídas en las exportaciones y así como el enfriamiento de la economía mundial, reducen la demanda.
Hasta que se recupere el crecimiento, toda tentativa de estabilización financiera será extremadamente frágil.
La recesión golpeará los ya débiles balances de bancos y gobiernos, aumentando la presión por un desapalancamiento aún más rápido.
Pero, si bien el ajuste gradual es esencial, los recortes más rápidos y profundos son en gran medida contraproducentes: las grandes reducciones en el crédito privado y el gasto gubernamental generarán desaceleramientos más bruscos –y con ellos un atroz círculo vicioso.
Es vital entonces un nuevo intento para fomentar el crecimiento.
Hasta ahora, la agenda de crecimiento ha estado compuesta en gran medida por reformas estructurales, esenciales para impulsar la productividad y flexibilidad futuras.
La crisis proporciona una oportunidad política para acciones audaces en este frente en muchos países; pero las reformas estructurales por lo general no crearán crecimiento y empleo inmediatamente (una excepción es permitir a las tiendas abrir durante más horas).
Por el contrario, una reorganización de los empleos menos productivos, por ejemplo, aumentaría primero el desempleo, los desembolsos gubernamentales, y reduciría el gasto privado.
Y, como la demanda está deprimida, el crédito escasea y las barreras a la iniciativa privada suelen ser altas, llevará más de lo habitual que las empresas generen más empleos productivos.
En resumen, no se puede depender solo de las reformas estructurales para estimular el crecimiento en 2012.
En vez de ello, el foco inmediato debe mantenerse en impulsar la inversión y las exportaciones en economías con déficits en sus cuentas corrientes –como Francia, Italia y España (y el Reino Unido)– y estimular el consumo en economías con superávits, como Alemania y los Países Bajos.
El Banco Central Europeo ha actuado en forma decisiva para sostener a los bancos europeos; ahora debe mantener también a la economía real.
Si bien las tasas de interés oficiales son del 1%, los países solventes como España pagan más del 5% por créditos a diez años, mientras que las empresas solventes italianas sólo pueden endeudarse a tasas punitivas, si es que lo logran.
Por lo tanto el BCE debería esforzarse más para desbloquear el mecanismo de transmisión de la política monetaria; la Autoridad Bancaria Europea debería desalentar el desapalancamiento excesivo insistiendo en que los bancos obtengan montos específicos de capital en vez de cumplir con una tasa uniforme del 9%; y, cuando sea necesario, los gobiernos nacionales deberían proporcionar garantías para los créditos bancarios a pequeñas y medianas empresas.
Si bien mejorar el acceso al financiamiento es vital, los gobiernos también deben redoblar los esfuerzos para impulsar la inversión.
Deberían priorizar medidas para que sea más fácil iniciar una empresa, eliminar barreras al capital de riesgo e introducir desgravaciones temporales aceleradas del 100% sobre los bienes de capital para fomentar la inversión de las empresas.
Al nivel de la UE, el capital (rescatable) del Banco Europeo de Inversiones debería aumentarse en gran medida, tal como lo sugirió el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, en su discurso sobre el Estado de la Unión de septiembre pasado, para que el BEI pueda financiar una gran ola de inversiones paneuropeas, especialmente en infraestructura.
Impulsar las exportaciones también es esencial.
Los países con déficits deben mejorar su competitividad, aumentar la productividad y reducir costos.
Una divisa más competitiva sería bienvenida: así como el colapso de la libra esterlina desde 2008 aumentó las exportaciones del RU, un euro más débil ayudaría a las economías mediterráneas a recuperar competitividad en sus exportaciones más sensibles a los precios.
Una devaluación fiscal –con recortes drásticos de las retenciones sobre sueldos y salarios y que reemplazara los ingresos con mayores contribuciones del IVA– también ayudaría.
Los países con superávits deben además contribuir con lo suyo, algo que los beneficiará.
Así como China necesita que el yuan se aprecie, también Alemania –cuyo superávit de cuenta corriente supera al chino, tanto como porcentaje de su PBI como en términos absolutos– requiere una tasa de cambio real mayor.
Eso significa que los alemanes deben percibir mayores salarios, adecuados a su mayor productividad, para que puedan permitirse más vacaciones en Grecia y España.
Si las empresas no están dispuestas, un recorte impositivo podría lograrlo.
Eso nos lleva a la política fiscal.
Los gobiernos que no pueden endeudarse a tasas bajas (o en absoluto) en los mercados no tienen otra opción que ajustarse los cinturones.
Pero deben buscar una consolidación inteligente en vez de una austeridad irreflexiva.
Deben mantener la inversión en habilidades e infraestructura y recortar los subsidios y pagos de transferencia.
También deben legislar ahora en pos de reformas futuras, en particular para impulsar a la gente a trabajar más horas.
En último lugar, pero no por ello menos importante, los gobiernos que pueden endeudarse a tasas bajas sin precedentes –0% en términos reales a 10 años en el caso alemán– deben aportar lo suyo para sostener la demanda.
¿Sería tan difícil ver una reducción del IVA antes de las elecciones del próximo año en Alemania?
¿Es Irak el próximo Afganistán?
Al comienzo de la guerra encabezada por EEUU en Irak, dos visiones contrapuestas daban forma a las predicciones acerca de los resultados.
La primera planteaba que el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein daría comienzo a una era democrática en Irak que serviría como modelo y catalizador para un cambio democrático en toda la región.
Tachada por sus detractores como una nueva "teoría del dominó", esta visión presentaba la intervención en Irak como algo similar al papel de los Estados Unidos en el Japón de postguerra.
Contra el optimismo del "escenario japonés", los pesimistas argumentaban que era más probable un "escenario somalí".
Su razonamiento se basaba en la naturaleza tribal, sectaria y multiétnica de Irak, que, en ausencia de una dictadura, supuestamente haría que Irak entrara en un colapso y se convirtiera en un "estado fallido", con un aumento rampante del poder de los señores de la guerra, los feudos étnicos y religiosos, y la acogida a las organizaciones terroristas.
Pero la principal pregunta ahora es si Irak quedará se desplazará a la deriva a un punto entre estos dos escenarios, cada vez más pareciéndose a Afganistán.
Este "escenario afgano" implica un estado débil con un poder nominal sobre feudos que en la práctica con autónomos y que son líderados por caudillos con representación en el gobierno central.
Aunque suene mala, esta perspectiva parece ser un punto medio "realista" entre la visión supuestamente utópica de una democracia floreciente y unificada y la desdicha de un estado fallido.
Muchas de las acciones y políticas de la Autoridad Provisional de la Coalición (APC), así como las decisiones de mayor nivel de la administración Bush, parecen apuntar a una aceptación resignada de que las esperanzas iniciales de que Irak abrazara una democracia al estilo occidental estaban fuera de lugar.
De hecho, tales esperanzas estaban fuera de lugar.
La cultura política de Irak, así como la de la mayor parte del Oriente Próximo, es imcompatible con los componentes de una democracia reconocible al estilo occidental: faltan las nociones de los derechos y responsabilidades individuales, el concepto de estado patriarcal está profundamente enraizado y la identidad cultural raramente está ligada a la comunidad nacional.
Por otra parte, hay mucha lógica circular en los análisis que consideran la naturaleza "tradicional"de la sociedad iraquí como un obstáculo para la democracia liberal.
En Irak, como en todo el resto de los mundos árabe y musulmán, se está librando una guerra cultural entre dos paradigmas:grandes discursos que aceptan y promueven un entendimiento colectivista (nacionalismo, socialismo, islamismo), versus un paradigma implícito de modernidad individualista enraizado en lo local pero apoyado por la experiencia global.
Las líneas fundamentales de esta guerra son las nociones de lo individual, la identidad cultural, la sociedad civil y la nación-estado.
No se debe subestimar el componente religioso islámico en la vida social iraquí.
Pero tampoco se debe poner al mismo nivel del islamismo político que lucha por capitalizarlo.
Los discursos nacionalistas y político de izquierdas dejaron su impronta en el sistema de valores iraquí, pero no son sus únicos componentes.
De hecho, la aceptación nominal de los grandes discursos de "democracia" y "derechos humanos" como bases comunes para el discurso político representa un giro crucial en la demarcación de la batalla cultural.
Este debate cultural no está limitado a la escena árabe.
Hay también fuertes discusiones en Occidente acerca de la aplicabilidad de las instituciones democráticas al contexto árabe.
Los partidarios de la noción de "excepcionalismo árabe", que cuestiona la capacidad de las sociedades árabes de adaptar los sistemas democráticos están, de hecho, aliados objetivamente con los ideólogos de los "grandes discursos", y también con los beneficiarios del orden político basado en el patronazgo al interior del mundo árabe.
Los modelos usados en Occidente, tanto en los círculos políticos como en los académicos, para el análisis y la interpretación de las sociedades árabes sufren de graves deficiencias.
En particular, actualmente muchos análisis promueven un modelo étnico, reduciendo a Irak a un constructo artificial que yace sobre una "realidad" fragmentada de comunidades separadas.
Algunos incluso han sugerido acelerar el resultado predicho por esta visión equivocada, dividiendo a Irak en sus componentes originales "genuinos": los suníes, los chiíes y los kurdos.
De hecho, la sociedad iraquí es más compleja que esto.
La recepción y adopción de la democracia no son una función de una pertenencia sectaria, sino un reflejo de identidades históricas, culturales, religiosas y políticas multidimensionales dentro de las personas iraquíes.
En las circunstancias correctas, es eminentemente posible movilizar a la sociedad iraquí hacia una formulación democrática de su futuro estado.
La caída de Saddam corresponde a las circunstancias correctas.
De hecho, el aparente fracaso del surgimiento de un núcleo democrático reconocible en Irak dentro de los primeros meses del colapso de la dictadura de Saddam se debe más a las idiosincracias del proceso que a cualquier supuesta naturaleza esencial de la sociedad iraquí.
Tras la caída de Saddam, existió en Irak un gran "campo intermedio" que estaba positivamente dispuesto hacia el discurso y la práctica democráticos.
Los errores y revocaciones en las políticas lo erosionaron, abriendo un camino para el islamismo ideológico y un neo-baathismo renovado.
El error clave fue el fracaso de las fuerzas de ocupación en el equipamiento y dotación de poderes al pequeño grupo de figuras democrático-liberales iraquíes para aprovechar este campo intermedio.
Pero tratar este retroceso como un fracaso sería una profecía autocumplida.
Los demócratas iraquíes deben reevaluar y desarrollar una estrategia pública clara.
La APC y la comunidad mundial no deben teñir de prejuicios el resultado de sus iniciativas al aceptar una visión fácil y simplista de la sociedad iraquí.
Incluso si tales iniciativas tienen éxito, el camino hacia un sistema democrático pleno en Irak seguirá siendo arduo y costoso.
Pero en lugar de sucumbir a un "escenario somalí", soñar con un "escenario japonés" o preparar el terreno para un "escenario afgano", Irak puede convertirse en el "escenario" de una intervención exitosa en el siglo XXI.
¿Una Turquía “neootomana”?
ANKARA – Hoy día, los medios internacionales de comunicación están obsesionados con la cuestión de quién “perdió” a Turquía y lo que esa supuesta pérdida significa para Europa y Occidente.
Más alarmante aún es que algunos comentaristas equiparen la política de vecindad de Turquía con un resurgimiento del imperialismo otomano.
Recientemente, un veterano articulista turco llegó hasta el extremo de citar estas palabras del Ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoğlu: “Somos en verdad neootomanos”,
Por haber estado presente cuando Davutoğlu hizo su exposición ante la facción parlamentaria de gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Turquía, puedo atestiguar que no usó semejante terminología.
En realidad, Davutoğlu y todos nosotros, los miembros del equipo de Asuntos Exteriores del AKP, nunca usamos ese término, porque se trata, sencillamente, de un falseamiento de nuestra posición.
La política de vecindad de Turquía está concebida para reintegrar a Turquía en sus vecindades inmediatas, incluidos los Balcanes, el mar Negro, el Cáucaso, el Oriente Medio y el Mediterráneo oriental.
Nos proponemos profundizar nuestro diálogo político, aumentar nuestro comercio y multiplicar nuestros contactos personales con nuestros vecinos en forma de deportes, turismo y actividades culturales.
Cuando Egon Bahr formuló su Ostpolitik en el decenio de 1960, nadie preguntó a Willy Brand si Alemania estaba perdida.
Dios concedió a Turquía una posición geográfica que nos exige relacionarnos con el Este y el Oeste, con el Norte y el Sur.
No se trata ni de una opción ni de un lujo: es una necesidad.
El símbolo de los imperios Bizantino y Selçuk, que ocuparon la misma geografía, aproximadamente, que Turquía actualmente, era un águila de dos cabezas que miraba tanto al Este como al Oeste.
No debería extrañar que Turquía se proponga también relacionarse con los dos extremos de sus territorios y considere que su seguridad queda mejor consolidada reduciendo al mínimo los riesgos, junto con sus vecinos.
De modo que consideramos el actual debate sobre la orientación de Turquía bastante superfluo y en algunos casos malintencionado.
Nuestra política de vecindad necesita apoyo, no críticas.
Turquía ha llegado a ser un activo inestimable en el conjunto de las regiones que nos circundan y ya está cambiando el status quo a favor de más estabilidad y previsibilidad.
Nuestras gestiones para la normalización con Armenia, por ejemplo, van destinadas a hacer un gran cambio en el Cáucaso meridional.
Estamos aceptando la carga que nos corresponde.
Los europeos sensatos lo comprenden.
Desde luego, algunos de nuestros vecinos son difíciles.
Pero ningún país tiene el lujo de elegir a sus vecinos.
La política de vecindad de Turquía es muy realista, está basada en intereses genuinos, no en una romántica nostalgia neootomana, como han indicado algunos comentaristas internacionales.
Es cierto que hay un resurgimiento neootomano en la esfera cultural y nuestros ciudadanos están deseosos de redescubrir la vida, la cultura y los usos otomanos.
Al tiempo que Turquía se normaliza en el interior, también reinterpreta su relato histórico nacional.
Se trata de una consecuencia natural de la consolidación de nuestra democracia.
Sin embargo, intentar presentar nuestras cuidadosas iniciativas en materia de política exterior con connotaciones imperialistas no es sólo una absoluta falsedad, sino también una flagrante injusticia con nuestros bienintencionados intentos de estabilizar nuestra región.
En la mitología romana, Jano era el dios de las puertas, las entradas, los comienzos y los finales.
En la actualidad Turquía es una geografía semejante a Jano, que ofrece puertas y entradas al Este y al Oeste.
Ofrece comienzos y finales al Cáucaso, al mar Negro, a los Balcanes y al Mediterráneo.
En su condición de tal, Turquía contribuye a una transición excepcional, pues significa una coexistencia y un ajuste seculares entre regiones por lo demás difíciles, y la complementa.
La política exterior de Turquía contribuye a esa conciliación y facilita las conexiones entre sus vecinos inmediatos.
Al contrario de esas recientes acusaciones, los encargados de la formulación de la política exterior de Turquía no se proponen resucitar el imperio Otomano.
Al contrario, lo que pretendemos es la reintegración histórica de Turquía en sus vecindades inmediatas y con ello corregir una anomalía de los años de la Guerra Fría.
Semejante reintegración no haría sino beneficiar a la Unión Europea y a nuestros otros aliados occidentales y de la OTAN.
Así, pues, ninguno de ellos tiene motivo alguno para manifestarse molesto con Turquía.
La dictadura de los valores
¿Por qué Esperar al Euro?
Aunque la expansión hacia el este de la Unión Europea (UE) todavía no sucede, el debate ya se está desviando a preguntar qué vendrá después: ¿Cuándo adoptarán el Euro los predominantemente postcomunistas nuevos miembros?
Asumiendo que cumplen con las condiciones del Tratado de Maastricht acerca de la UEM y que no son injustamente sujetos a criterios más astringentes, el tema central es si los nuevos miembros se beneficiarán más esperando o si deben buscar una entrada temprana.
Al principio debe enfatizarse que cuando un país busca una entrada temprana a la UEM asume un programa fiscal y estructural más ambicioso que no sería necesario si la membresía en la UEM fuese retrasada.
La entrada temprana, de otra manera, sería un gesto sin significado.
Creo que la adopción temprana del Euro no es sólo posible, sino preferible al retraso.
Con "adopción temprana" me refiero al periodo permisible más corto posible -dos años- después de que un nuevo miembro subordina su política monetaria a los controles fiscales y monetarios del mecanismo de tasa de cambio (ERM2).
Asumiendo que se entre a ambos, la UE y el ERM2, en 2004, los nuevos miembros deberían buscar entrar a la zona del Euro alrededor de 2006.
¿Es esto realista?
Bueno, la mayoría de los países candidatos ya han logrado un alto grado de convergencia estructural con la UE.
Las exportaciones hacia la Unión se han acelerado desde 1991, cuando el colapso del sistema COMECON de comercio de la era soviética forzó una reorientación radical del comercio hacia mercados occidentales, apoyada por una inversión extranjera masiva proveniente de la UE.
La mayoría de los candidatos a la membresía realizan ahora más exportaciones a la UE que las realizadas por Grecia, Portugal y España cuando entraron a la UE y a la UEM.
El progreso en la deflación es similarmente impresionante.
La inflación anual en la mayoría de los países candidatos ha caído a 4-5%, un nivel que no es mucho más alto que el de muchos de los países de la UE y que es más bajo que el de Holanda el año pasado.
En cuanto a la convergencia estructural, los candidatos a la UE ya tienen un mejor desempeño que España, Portugal y Grecia cuando se encontraban a un tiempo comparable antes de su debút en la UEM.
Tampoco hay mucho riesgo de tener amplias oscilaciones correctivas de precios en el futuro porque todos los precios, a excepción de unos cuantos, están completamente liberalizados.
Los estudios teóricos sugieren que la inflación de los países entrantes permanecerá neciamente más alta que lo permitido por el Tratado de Maastricht.
El culpable en esa visión pesimista es el llamado efecto "Balassa-Samuelson": el rápido crecimiento en la productividad de los sectores de comercio de los países candidatos -la manufactura de exportación, por ejemplo- está incrementando los salarios reales en sus economías, incluyendo los sectores no comerciales, como el de servicios.
Este incremento generalizado de los salarios reales frente a un menor crecimiento de la productividad del sector servicios dispara los precios relativos y mantiene a la inflación por arriba del promedio de la eurozona.
El efecto Balassa-Samuelson- es todavía evidente en Grecia, España y Portugal.
Pero como estima la investigación empírica preparada por los Bancos Nacionales CEC5, su contribución al crecimiento total de los precios en los países candidatos es de 1-2%.
Con el rango tan sometido y limitado para la inflación correctiva futura del efecto Balassa-Samuelson, el criterio de la UEM para la estabilidad de precios -de una inflación anual menor a 1.5% de la tasa promedio de las tres economías de mejor desempeño de la UE- está bien al alcance.
¿Pero es preferible la admisión temprana a la UEM que postponer la membresía?
Desde el punto de vista de los actuales estados miembros, ¿admitir a Hungría, Latvia, Polonia o Eslovaquia, más bien antes que después, hundiría al Euro como muchos temen?
Los temores de que extender la UEM a nuevos Estados "demasiado pronto" minaría la tasa de cambio externa del Euro son irracionales.
Si todos los países candidatos se unen a la UE alrededor del mismo tiempo, juntos representarían apenas un mero 6% de su PIB total.
Por lo que cualquier impacto negativo en el Euro debido al rápido acceso a la UEM resultaría a lo mucho en poco más que un error de redondeo.
Retardar la entrada a la UEM tendría sentido si una espera mayor produjera más información.
Pero una espera más larga no producirá nada más que ruido extra.
De igual forma, el periodo de transición ya es turbulento, con los flujos de capital generados por la convergencia incrementando las tasas de cambio y complicando la política monetaria en varios países candidatos, incluyendo Polonia, la República Checa y Hungría.
En efecto, la volatilidad de los flujos de capital podría quedarse corta ante la tasa flexible de cambio ofrecida bajo el ERM2, la cual implica una banda de fluctuación de 15% a cualquier lado de una paridad central.
Algunos argumentan que la membresía en el ERM2 debería considerarse una propuesta de largo plazo, quizá tardando hasta 2010, para el propio beneficio de los candidatos mismos.
El beneficio es simple: el ERM2 permite cierta flexibilidad en la tasa de cambio, en oposición a las tasas fijas implicadas en la adopción del Euro.
Esto ayudaría a mantener alto el desempeño económico de los candidatos y así mantener una convergencia real con los niveles promedio de ingreso de la UE.
Ese es un argumento excepcionalmente débil y políticamente sospechoso también.
Como muestran los datos del Banco Central Europeo, el PIB promedio per cápita en los países candidatos es equivalente al 44% del nivel de la eurozona.
El tamaño de la separación en el ingreso se combina con los pequeños diferenciales de crecimiento para implicar que el proceso de convergencia real se expandirá mucho más allá de incluso las fechas más cautelosas para la entrada a la UE y a la UEM, tardándose probablemente varias décadas.
Más importante que eso es que el crecimiento económico duradero no depende del tipo de tasa de cambio, sea flexible o fija (UEM), mientras que el acceso temprano acelerará algunas reformas cruciales.
Unos cuantos años de una limitada flexibilidad en la tasa de cambio son un pobre sustituto de la rápida conclusión de reformas estructurales.
En casi todos los países candidatos, la mayor deflación y el crecimiento económico a largo plazo requieren de una consolidación fiscal, de mercados laborales más flexibles y de la conclusión de la privatización.
Retrazar la entrada a la UEM genera el riesgo de debilitar los incentivos para completar esas políticamente costosas pero necesarias reformas.
Cualquier retrazo en la conclusión de reformas hará, al final, más lento el proceso de convergencia real que, con derecho, tanto estiman los funcionarios de la UE.
La adopción temprana, en cambio, conduciría más hacia esas reformas y, entonces, a una convergencia real.
El éxito en eso permitiría que los países candidatos empezaran a cosechar los beneficios de una mayor transparencia en precios, de menores costos de transacción y de un sólido marco macroeconómico.
Esta estrategia, no una que retrace la entrada, es la más prometedora para los miembros actuales y futuros de la UE.
¿1929 o 1989?
PARÍS – A medida que la crisis económica se profundiza y amplía, el mundo busca analogías históricas como ayuda para comprender lo que ha ocurrido.
Al comienzo de la crisis, muchos la compararon con 1982 o 1973, lo que resultaba reconfortante, ya que ambas fechas marcan recesiones cíclicas clásicas.
Hoy los ánimos son muchos más sombríos, y están comenzando a abundar las referencias a 1929 y 1931, a pesar de que algunos gobiernos siguen comportándose como si la crisis fuera más clásica que excepcional.
La tendencia es ser excesivamente parcos (Europa) o a difundir ampliamente las medidas que se adoptan (Estados Unidos).
Europa está siendo cautelosa para evitar el endeudamiento y defender el euro, mientras EE. UU. ha tomado medidas en varios frentes para no desperdiciar una oportunidad ideal de implementar reformas estructurales que se necesitan con urgencia.
Para los geoestrategas, sin embargo, el año que viene a la mente de manera natural, tanto en lo político como en lo económico, es 1989.
Por supuesto, la caída de Lehman Brothers no tiene nada que ver con la del Muro de Berlín.
De hecho, en la superficie parece ser su perfecta antítesis: el colapso de un muro que simbolizaba la opresión y las divisiones artificiales, frente al colapso de una institución reconfortante y aparentemente indestructible del capitalismo financiero.
No obstante, al igual que 1989, los años 2008 y 2009 bien pueden corresponder a un cambio de época, cuyas consecuencias se han de sentir durante décadas.
El fin de la división ideológica entre Este y Oeste y el fin de la fe absoluta en los mercados son puntos de inflexión históricos.
Y lo que ocurra en 2009 pondrá en riesgo algunos de los aspectos positivos de 1989, como la reunificación pacífica de Europa y el triunfo de los principios democráticos por sobre tendencias nacionalistas, si es que no xenófobas.
En 1989, la democracia liberal triunfó sobre la ideología socialista encarnada y promovida por el bloque soviético.
Para muchos de sus partidarios, el Presidente Ronald Reagan fue quien, mediante su deliberada escalada en la carrera armamentista, llevó a la economía soviética al límite, demostrando así la superioridad de las sociedades liberales y el libre mercado.
Por supuesto, hay diferencias evidentes entre 1989 y la actualidad.
En primer lugar, y quizás por sobre todo, las revoluciones de 1989 y el colapso subsiguiente de la Unión Soviética pusieron fin a la bipolaridad global.
En contraste, es probable que el año 2009 allane el camino a una nueva forma de bipolaridad en la que China sustituya a la Unión Soviética.
En segundo lugar, si bien la democracia y el capitalismo de mercado parecían ser los claros vencedores -aunque más frágiles de lo esperado- en 1989, con la propagación de la crisis global en 2009 es difícil distinguir ganadores de perdedores.
Todo parecen ser perdedores, auque algunos luzcan más afectados que otros.
Como profesor visitante de Harvard y el MIT, estoy teniendo una buena idea preliminar de cómo podría verse el mundo una vez que se supere la crisis.
Uno siente algo como la creación de un universo dominado por estadounidenses y asiáticos.
Desde los increíbles laboratorios de medios del MIT a los departamentos de matemáticas y economía de Harvard, los asiáticos (chinos e indios en particular) están en todos lados, como los romanos en Atenas en el primer siglo antes de Cristo: llenos de admiración por aquellos de quienes están aprendiendo tanto y a quienes podrían superar en las décadas que se avecinan.
Sin embargo, antes de que aparezca este nuevo orden, puede que el mundo se enfrente a un desorden cada vez más profundo, si es que no directamente a un caos.
Por ejemplo, ¿qué le ocurrirá a un país tan central y vulnerable como Egipto cuando cientos de miles de egipcios que trabajan en el Golfo se vean obligados a volver a su patria cono resultado de la crisis en los países productores de petróleo?
Cuando los ricos se vuelven menos ricos, los pobres se empobrecen más aún.
¿Y qué pasará con los trabajadores extranjeros que han llegado al ampquot;sueño europeoampquot; y hoy se ven frente a potenciales explosiones de xenofobia en los supuestamente abiertos países de Europa?
Las consecuencias de 1989 terminaron siendo menos duraderas que lo que habían supuesto muchos observadores, entre quienes me incluyo.
Sólo nos cabe esperar que, a fin de cuentas y de manera similar, las consecuencias de 2009 terminen siendo menos dolorosas que el modo como nuestra intuición y nuestros reflejos históricos nos hacen sentirlas hoy.
2011: Mi odisea espacial
MOSCÚ – La mayoría de las personas que han oído hablar de mí creen que soy una experta en tecnología de la información que probablemente vive en California e invierte en riesgosas empresas nuevas de Internet.
De hecho, mi residencia formal está en la ciudad de Nueva York, pero estoy a punto de pasar los próximos cinco meses en Rusia, entrenando para ser cosmonauta en la Ciudad de las Estrellas, a las afueras de Moscú.
Varias cosas se conjugaron para que esto pasara.
En primer lugar, como niña sencillamente asumí que iría a la luna, sin tener que hacer gran cosa para ello.
Simplemente di por hecho que para cuando tuviera, digamos, 40 años, los viajes al espacio serían algo común.
Mi padre participaba en el programa espacial de los Estados Unidos y teníamos algunas rocas lunares en casa, así que para mí no era la gran cosa.
Después me distraje durante aproximadamente 40 años.
Sin embargo, hace algunos años comencé a prestar atención de nuevo al espacio.
Muchos de mis conocidos de la industria de la TI también lo estaban haciendo: Elon Musk, cofundador de Paypal, creó la empresa Space-X; Jeff Bezos de Amazon estableció una compañía de naves espaciales llamada Blue Origin; Jeff Greason, directivo de alto nivel de Intel, fundó XCOR Aerospace (en la que yo he invertido).
En 2005, el último año en que celebré mi conferencia PC Forum para empresarios de TI, inicié una conferencia llamada Flight School, para empresarios del espacio y la aviación privada.
Mientras tanto, más o menos en 2005, yo estaba en Sudáfrica con un pequeño grupo de personas que daba asesoría al ex presidente Thabo Mbeki y su gobierno sobre política de TI.
Uno de los miembros del grupo era Mark Shuttleworth, fundador de Thawte (que fue vendida a VeriSign), quien acababa de regresar de un viaje en el que fue el segundo “turista” que visitó la estación espacial.
Una tarde, el grupo estaba sentado alrededor de una fogata mientras se ponía el sol y alrededor de 50 niños llegaron en autobuses.
En total éramos unas cien personas, incluido el Presidente Mbeki, alrededor del fuego.
Cuando oscureció, se instaló una pantalla y Mark mostró videos que había tomado en el espacio.
Dio una plática fascinante sobre sus aventuras acompañada por tomas de él flotando y atrapando burbujas con la boca.
A los niños les encantó y estoy segura de que algunos de ellos decidieron ahí mismo estudiar matemáticas y ciencias.
Con el tiempo, invertí en Space Adventures, la empresa que coordinó el viaje de Shuttleworth al espacio.
Más tarde asistí a un tour que organizaron para presenciar el lanzamiento de Charles Simonyi, el quinto (y próximamente el séptimo) turista espacial, desde Baikonur en Kazajstán.
(Simonyi escribió el programa Word de Microsoft y ahora tiene otra empresa de nueva creación, Intentional Software, y una fundación, así como un sitio Web, CharlesinSpace.org).
Poco después comencé a platicar, sin darle demasiada importancia, sobre la posibilidad de convertirme en cosmonauta de reserva en el equipo de Space Adventures.
Sí, me encantaría ir, pero el viaje al espacio cuesta entre 35 y 40 millones de dólares, mientras que el entrenamiento para ser reserva cuesta “únicamente” 3 millones.
Por lo tanto, tenía yo una vaga idea de que podría ir al espacio en algún momento de 2011 –el año que Sergey Brin, cofundador de Google, tiene previsto de manera (muy) tentativa ir.
Space Adventures estuvo presionando para que fuera en 2009, pero yo estaba muy ocupada.
Entonces, la primavera pasada algo sucedió. Mi hermana Emily tuvo cáncer y se sometió a una doble mastectomía.
(ahora ya está bien y de hecho acaba de ganar un mini maratón).
Unas semanas después, me tuve que enfrentar a uno de esos conflictos: una junta de consejo directivo por aquí, una conferencia por allá, otra oportunidad al mismo tiempo en otro lugar.
“¡Ah!”, pensé, “¡Si tan sólo me tuviera que someter a una doble mastectomía podría cancelar todo esto y nadie se quejaría!”
¡Rayos!
Me di cuenta de que mis prioridades estaban al revés. Así pues, de alguna extraña forma este sabático en Rusia es mi alternativa a una doble mastectomía –positiva, ciertamente, pero el mismo tipo de experiencia de pulsar el botón de reinicialización.
También es la respuesta a otra pregunta que escucho con frecuencia por mi trabajo sobre genética humana a través de 23andMe (www.23andme.com) y el Proyecto del Genoma Personal (www.personalgenome.org): si supieras que tienes una gran probabilidad de tener la enfermedad de Alzheimer en unos cuantos años, ¿qué harías? Pues por supuesto, me entrenaría para ser cosmonauta.
Y, ¿por qué esperar a saber si me puede dar Alzheimer? El próximo mes escribiré sobre lo que implica realmente entrenar para ir al espacio.
El 11 de septiembre y el nuevo autoritarismo
Cinco años después de los ataques a las torres gemelas en Nueva York y al Pentágono en Washington, el “11 de septiembre” ya no es sólo una fecha más.
Ha entrado a la historia como el comienzo de algo nuevo, una nueva era tal vez, pero en cualquier caso un tiempo de cambios.
También se recordarán los ataques terroristas en Madrid y Londres y otros lugares pero es el “11 de septiembre” el que se ha convertido en una frase hecha, casi como “agosto de 1914”.
¿Pero es realmente una guerra lo que empezó el 11 de septiembre de 2001?
No a todos les satisface esta idea estadounidense.
Durante el apogeo del terrorismo irlandés en el Reino Unido, sucesivas administraciones británicas hicieron todo lo posible para no concederle al ERI la idea de que se estaba desarrollando una guerra.
Una “guerra” hubiera significado aceptar a los terroristas como enemigos legítimos, en cierto sentido como iguales en una lucha sangrienta donde se aceptan ciertas reglas.
Esta no es ni una descripción correcta ni una terminología útil en el caso de los ataques terroristas que se pueden describir mejor como criminales.
Al llamarlos guerra –y señalar un oponente, normalmente al-Qaeda y su líder, Osama Bin Laden- el gobierno de Estados Unidos ha justificado cambios internos que, antes de los ataques del 11 de septiembre, hubieran sido inaceptables en cualquier país libre.
Muchos de estos cambios se plasmaron en la llamada “Ley Patriot”.
Aunque algunos de los cambios sólo afectaron a regulaciones administrativas, el efecto general de la Ley Patriot fue erosionar los grandes pilares de la libertad como el habeas corpus, el derecho a recurrir a un tribunal independiente cuando el Estado priva a un individuo de su libertad.
Desde el principio, la cárcel en la Bahía de Guantánamo en Cuba se convirtió en el símbolo de algo insólito: el encarcelamiento sin juicio de “combatientes ilegales” a quienes se priva de todos sus derechos humanos.
El mundo ahora se pregunta cuántos más de estos humanos no humanos hay y en cuántos lugares.
Para todos los demás, se proclamó un tipo de estado de emergencia que ha permitido la interferencia del Estado en los derechos civiles esenciales.
Los controles en las fronteras se han convertido en un calvario para muchos y las persecuciones policíacas ahora agobian a un buen número de personas.
Un clima de miedo ha hecho la vida difícil para cualquiera que parezca sospechoso, especialmente para los musulmanes.
Esas limitaciones a la libertad no tuvieron mucha oposición del público cuando se adoptaron.
Al contrario, con mucho, fueron los críticos y no los que apoyaban estas medidas quienes se vieron en problemas.
En Gran Bretaña, donde el Primer Ministro Tony Blair apoyó por completo la actitud estadounidense, el gobierno introdujo medidas similares y hasta ofreció una nueva teoría.
Blair fue el primero en argumentar que la seguridad es la primera libertad.
En otras palabras, la libertad no es el derecho de las personas a definir sus propias vidas sino el derecho del Estado a restringir la libertad personal en nombre de una seguridad que sólo el Estado puede definir.
Este es el inicio de un nuevo autoritarismo.
El problema existe en todos los países afectados por la amenaza del terrorismo, aunque en muchos no se ha hecho tan específico.
En la mayoría de los países de Europa continental, el “11 de septiembre” sigue siendo una fecha estadounidense.
Hay incluso un debate –y en efecto algunas pruebas- con relación a la pregunta sobre si el involucrarse en la “guerra en contra del terrorismo” ha aumentado de hecho la amenaza de los ataques terroristas.
Los alemanes ciertamente usan este argumento para mantenerse fuera de las acciones siempre que sea posible.
Sin embargo, esta postura no ha impedido que se extienda algo para lo que se ha adoptado una palabra en alemán: Angst .
Una ansiedad difusa está ganando terreno.
La gente se siente intranquila y preocupada, especialmente cuando viaja.
Ahora, de cualquier accidente de tren o de avión se sospecha primero que haya sido un acto de terrorismo.
Por lo tanto, el 11 de septiembre ha significado, directa o indirectamente, una gran sacudida, tanto a nivel psicológico como a nuestros sistemas políticos.
Si bien la lucha contra el terrorismo se lleva a cabo en nombre de la democracia, esa lucha ha conducido de hecho a un marcado debilitamiento de la democracia debido a la legislación oficial y a la ansiedad popular.
Una de las características preocupantes de los ataques del 11 de septiembre es que es difícil ver su propósito más allá del resentimiento de los perpetradores contra Occidente y sus costumbres.
Pero las características claves de Occidente, la democracia y el Estado de derecho, han recibido una golpiza mucho peor a manos de sus defensores que de sus atacantes.
Por encima de todo, se necesitan dos cosas para restaurar la confianza en la libertad dentro de las democracias afectada por el legado del 11 de septiembre.
Debemos asegurarnos de que la legislación pertinente para enfrentar los retos del terrorismo sea estrictamente temporal.
Algunas de las limitaciones actuales al habeas corpus y las libertades civiles tienen cláusulas de extinción que limitan su validez. Los parlamentos deben reexaminar todas esas reglas con regularidad.
En segundo lugar, y más importante, es que nuestros dirigentes deben tratar de calmar la ansiedad del público en vez de aprovecharse de ella.
Los terroristas con los que actualmente estamos en “guerra” no pueden ganar porque su visión oscura nunca obtendrá legitimidad popular.
Razón de más para que los demócratas se levanten para defender nuestros valores –en primer lugar actuando en concordancia con ellos.
Una estrategia de “portfolio” para el cambio climático
El mundo ha intentado con escaso éxito recortar las emisiones de carbono bajo el Protocolo de Kyoto.
No obstante, el enorme esfuerzo realizado para implementar el Protocolo revela la magnitud del trabajo que requerirá producir el próximo tratado, que debería sellarse en Copenhague en diciembre de 2009.
Los activistas ejercerán presión para que se adopten políticas duras y de amplio alcance, pero seguirá habiendo una fuerte resistencia de parte de los países preocupados por su vitalidad económica.
Las nuevas negociaciones tendrán una ventaja con respecto a los esfuerzos anteriores, porque los gobiernos ahora entienden la necesidad de un portfolio de esfuerzos de adaptación, mitigación e investigación.
La nueva investigación que mis colegas y yo llevamos a cabo para el Centro del Consenso de Copenhague en Dinamarca explora la efectividad de diferentes respuestas a este desafío global, pero respalda fuertemente la estrategia del portfolio por varias razones.
googletag.cmd.push(function () { googletag.display('Mpu'); });Primero, hoy sabemos que la adaptación será esencial, porque las temperaturas aumentarán otro 0,6ºC para 2100 aunque las emisiones de gases de tipo invernadero se eliminaran mañana.
También sabemos que el impacto del cambio climático no estará distribuido de manera pareja en todo el mundo.
En algunas zonas, temperaturas modestamente más cálidas podrían producir rendimientos de cosechas superiores si los cambios asociados en los patrones de precipitaciones no son adversos y/o la irrigación sigue siendo viable.
Sin embargo, incluso con un calentamiento de 0,6ºC, Africa y el sur de Asia experimentarán reducciones casi inmediatas en la viabilidad de muchos cultivos y, llegado el caso, una mayor vulnerabilidad a enfermedades infecciosas.
Estos impactos claramente afectarán más a los habitantes menos aventajados del planeta: los "mil millones del segmento inferior" que ya soportan el mayor peso de las enfermedades, la pobreza, el conflicto y la desnutrición.
Asegurar que la capacidad de adaptación se expanda y se explote donde más se la necesita es, por ende, un desafío clave.
El desarrollo a largo plazo puede ofrecerles a los países una mayor capacidad para mitigar el impacto del cambio climático en el medio ambiente y la salud de los ciudadanos, pero, mientras tanto, la gente más pobre del planeta necesitará ayuda de los ricos.
Nuestro análisis investigó, por ejemplo, los méritos de las políticas más focalizadas para el corto plazo: compra de redes resistentes a los mosquitos y terapia de rehidratación en casos de malaria para los chicos en las naciones más pobres afectadas por el cambio climático.
El objetivo era abordar de manera agresiva y pro-activa algunos de los impactos sanitarios marginales del calentamiento global.
Los beneficios aparecieron casi de inmediato, pero se disiparon con el tiempo junto con el desarrollo de las economías.
Sin embargo, a pesar de que el desarrollo mejora las condiciones, reducir las emisiones de carbono se tornaría cada vez más importante en el más largo plazo a medida que el impacto del cambio climático se vuelva más severo.
Dado que se observaron los efectos del cambio climático en muchas zonas del mundo, pensar en la mitigación tiene sentido en todas partes.
Pero descubrimos que la mitigaciónpor sí sola no cumplía con una prueba estándar de costo-beneficio.
Permitimos que ciertos costos anuales de la política climática aumentaran en proporción con el PBI global hasta 2100 a partir de un punto de referencia anual inicial de 18.000 millones de dólares.
El costo descontado del flujo resultante de costos anuales fijos llegó a 800.000 millones de dólares, pero los daños evitados por esta estrategia ascendieron a un valor descontado de apenas 685.000 millones de dólares.
El estudio del Consenso de Copenhague también examinó una opción de portfolio del tipo esgrimido por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas.
Asignamos 50.000 millones de dólares a la investigación en tecnología más verde, de manera que sólo 750.000 millones de dólares puedan ser absorbidos por el costo económico de la adaptación y la mitigación.
La brecha entre el costo de tecnología libre de carbono y tecnología que emite carbono cayó, y los impuestos destinados a mitigar las emisiones se volvieron más efectivos.
En consecuencia, el programa de investigación y desarrollo, esencialmente, se autofinanció, y los beneficios descontados totales para la inversión de 800.000 millones de dólares treparon a más de 2.100 billones de dólares.
Asegurar que la investigación y desarrollo sea parte del portfolio de respuestas al cambio climático del mundo haría que los esfuerzos de mitigación fueran más eficientes y mejoraría significativamente su capacidad para reducir las emisiones de carbono en el próximo siglo.
Sin embargo, estos beneficios netos favorables reflejan presunciones muy conservadores respecto del momento adecuado para implementar las reducciones de emisiones y de cuándo "se subiría a bordo" el mundo en desarrollo.
Optimizar la inversión en el portfolio con el tiempo aumentaría, por ejemplo, los beneficios descontados en más de un factor.
Los beneficios esperados aumentarían aún más si incluyéramos la posibilidad de que sensibilidades climáticas potencialmente más altas exacerbarían los daños, aunque hacerlo exigiría incluir sensibilidades climáticas similarmente más bajas, lo cual ejercería una presión en sentido contrario.
Combatir el cambio climático puede ser una inversión sólida, aunque ni la mitigación ni la adaptación por sí solas bastarán para "solucionar" el problema.
Para marcar una verdadera diferencia, especialmente en el corto plazo, el mundo debería combinar la mitigación y la adaptación con una mayor investigación y desarrollo en tecnología de ahorro y secuestro de carbono, lo que a su vez requiere diseñar y explotar incentivos basados en el mercado.
Un botón de “reiniciar” para el patio trasero de Europa
ESTOCOLMO – El de pulsar el botón de “reiniciar” en las relaciones diplomáticas es un gesto popular hoy en día.
El Presidente Barack Obama acaba de viajar a Moscú para “reiniciar” unos lazos Estados Unidos-Rusia que estaban tirantes.
La Unión Europea, aunque no necesita “reiniciar” unos lazos tirantes con sus vecinos orientales, está dedicada a una profunda reconstrucción estratégica de esas relaciones.
Cuando la UE lanzó su nueva “asociación oriental” en mayo, su objeto era el de fomentar una mayor integración con los seis vecinos orientales inmediatos de la Unión: Armenia, Azerbaiyán, Belarús, Georgia, Moldavia y Ucrania.
La crisis financiera mundial había hecho de una política actualizada y fortalecida para con los vecinos orientales de la UE una necesidad urgente.
Igualmente importante fue que todos los países interesados expresaran la ambición de estrechar sus lazos con la UE.
La “asociación oriental”, debida a una iniciativa sueco-polaca, ofrece a esos seis países una importante mejora y una profundización de las relaciones con la UE en sectores fundamentales.
En las relaciones comerciales y económicas, establece claramente el objetivo de crear profundas y amplias zonas de libre cambio entre la UE y los países asociados.
Confirma la plena liberalización en materia de visados como objetivo a largo plazo (con acuerdos de facilitación de visados entretanto), promete una mayor cooperación en materia de seguridad, diversificación y eficiencia energéticas y entraña programas y proyectos especializados para ayudar a los vecinos en relación con sus medidas de integración y reforma en todos esos sectores.
El ejercicio de la Presidencia de la UE por parte de Suecia a partir de este mes debe contribuir a la aplicación de dichas medidas.
Sin embargo, se produce en un momento en que los vecinos orientales de la Unión afrontan dificultades graves, pues la crisis económica y financiera está afectando gravemente a muchos de los países asociados.
Ucrania sufre las consecuencias de la acusada reducción de la demanda y del comercio mundiales, que está socavando gravemente su industria siderúrgica.
El éxito económico de Georgia ha dependido en gran medida de la inversión extranjera, cosa que ahora a nadie interesa.
Los países asociados que están menos integrados en el mercado mundial, como, por ejemplo, Moldavia, han visto llegar la crisis más despacio, pero el efecto real podría ser igualmente duro y es probable que se recuperen más despacio.
La “asociación oriental” no ofrece remedio rápido alguno para la crisis.
Pero puede brindar un marco político y apoyo a la consolidación institucional para mejorar las deficiencias que volvieron a esos países tan vulnerables a la crisis: economías de mercado imperfectas, instituciones estatales débiles y corrupción constante.
El ofrecimiento por parte de la “asociación oriental” de una integración profunda con la UE en sectores como los del comercio y la energía entraña una considerable capacidad de transformación.
El otro tipo de crisis que la mayoría de los países asociados están padeciendo es político.
En la mayoría de esos países, el desarrollo democrático no ha alcanzado un punto en el que un cambio de gobierno sea un aspecto habitual de la vida política y pueda producirse sin riesgo para la estabilidad del país.
La “asociación oriental” está basada en los profundos valores de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho.
La asociación política con la UE y el proceso de integración consiguiente fomentará reformas en esos sectores fundamentales.
La Presidencia sueca de la UE se centrará en el inicio de la labor –los mecanismos básicos– de la asociación.
La creación de “programas amplios de consolidación institucional”, encaminados a apoyar la reforma de las instituciones fundamentales de cada uno de los países asociados, debe producirse antes del final de este año.
También verán la luz algunas iniciativas-insignia propuestas por la Comisión Europea y es probable que se formulen nuevos proyectos e iniciativas.
A ese respecto, Suecia concederá importancia particular a los programas de eficiencia energética, que no sólo servirán para los fines de aumentar la seguridad energética y reducir costos, sino que, además, serán una importante contribución a la lucha contra el cambio climático.
La Presidencia sueca, junto con la Comisión Europea, se propone organizar la primera reunión del Foro sobre la Sociedad Civil de la Asociación Oriental.
Esperamos ver el inicio de la cooperación parlamentaria, además de intercambios entre autoridades regionales y locales de los treinta y tres países de la UE y asociados.
Al final de este año, una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE y sus colegas de los países asociados evaluará los avances logrados hasta entonces e impartirá orientaciones para el futuro.
La “asociación oriental” va encaminada a la consecución de la integración en la UE, a la aproximación de los seis países a los valores, la legislación y las formas de trabajar de la UE y a la presencia de la UE para apoyar esa convergencia y contribuir a ella.
En Rusia, existe una impresión, a veces fomentada artificialmente, según la cual esa asociación va dirigida contra ella.
Pero, desde luego, no es cierto.
Al contrario, se acogerá con beneplácito la participación de Rusia, como la de Turquía, en las actividades pertinentes dentro de las dimensiones multilaterales de la asociación.
La “asociación oriental” no es una respuesta para todos los problemas y dificultades que afrontan los seis países.
No obstante, sí que representa un claro compromiso por parte de la UE de prestar su apoyo político y económico a la transición y reforma en dichos países, proceso que debe aportar prosperidad y estabilidad a toda la región.
Una “tercera vía” para enfrentar a Rusia
¿Qué se hace cuando el gran vecino amplía la brecha que existe entre su cultura, que es europea, y su sistema político, que se está haciendo cada vez más "asiático", al menos en el viejo y sombrío sentido de "despotismo oriental"?
¿Tendría que ser la mejor respuesta al retorno de las ambiciones imperiales de Rusia una versión moderna de la Santa Alianza, que busque garantizar la estabilidad y contener a la nueva nación descarriada del mundo?
¿O bien es necesaria una versión moderna de la Conferencia de Yalta, orientada a redefinir los límites políticos de Europa?
¿Podría ser la respuesta un poco de ambas cosas?
Si Rusia se está convirtiendo en lo que era la Francia revolucionaria bajo Napoleón, o si está retrocediendo a la forma soviética –imbuida de una ideología totalitaria, pero con apetito por conquistar y reconquistar- lo que se precisa no es la “liga de democracias” propugnada por algunos conservadores de Estados Unidos.
Lo que se necesita, en lugar de ello, es una “liga por la estabilidad” que incluya a actores prominentes como China, India y otros países más interesados en el crecimiento económico que en “desestabilizar” el sistema internacional.
Una estrategia así implica, primero que todo, una sólida relación de colaboración con China, no porque esté evolucionando en dirección a la democracia, sino porque es una potencia que privilegia el status quo.
Una estrategia de este tipo llevaría a establecer negociaciones con Irán y, por supuesto, a estrechar vínculos dentro de la OTAN.
El mensaje al Kremlin sería claro.
“No os engañéis.
El nacionalismo y el imperialismo no les llevarán a ninguna parte: no pueden expandirse geográficamente sin que eso implique serios costes para vuestro crecimiento económico y vuestro enriquecimiento personal.
Puede que Europa sea débil y esté dividida, y que Estados Unidos no sea ya lo que era, pero con vuestra decreciente población y el lamentable estado de vuestra economía más allá del petróleo y el gas, simplemente no estáis en el grupo de las grandes potencias globales.
China lo está; vosotros, no."
Sin embargo, el argumento de la contención no funciona, porque el Kremlin puede seguir haciendo de las suyas de manera irresponsable en todo el mundo, actuando junto con Siria o Venezuela.
Lo que es más importante, alinear al planeta únicamente contra Rusia significaría tomarse demasiado en serio sus pretensiones de gran potencia.
Por ejemplo, muchos asiáticos creen que Rusia es un problema para Europa, pero que ya no lo es para el resto del mundo.
Tras el fin de la Guerra Fría, Japón estaba obsesionado con Rusia como heredera de la Unión Soviética.
Hoy están tan preocupados con China que tienen poco tiempo para alimentar temores sobre los rusos.
La otra alternativa a un resurgimiento de la "contención" consistiría en aceptar el argumento de Rusia, o más precisamente, sus "emociones".
Significaría decir: “Os hemos humillado innecesariamente a lo largo de los últimos diez años.
En temas como la ampliación de la OTAN y el reconocimiento de la independencia de Kosovo, hemos pasado por alto deliberadamente vuestra sensibilidad y vuestros intereses.
Sentémonos como Churchill, Roosevelt y Stalin en Yalta y rediseñemos un mapa de Europa para los próximos veinticinco años.
¿Qué queréis recuperar?
¿Con qué nos quedamos nosotros?"
Este enfoque reconocería los “derechos inherentes” de Rusia en la evolución futura del Cáucaso.
En los hechos, bajo la conducción de la Francia de Sarkozy, que actualmente tiene la presidencia de la UE, Europa se ha resignado de facto al desmembramiento de Georgia.
Las tropas rusas seguirán en Osetia del Sur y Abjasia.
Occidente no declarará la guerra a Rusia por una Georgia cuya credibilidad se ha visto muy erosionada por el comportamiento irresponsable de su presidente.
En cuanto a Ucrania, puede que algún día pase a formar parte de la Unión Europa, pero su futuro no está en la OTAN.
No obstante, entre una contención abierta, que es muy poco probable y no necesariamente deseable ni realista, y una adaptación que limita con el apaciguamiento, que sería peligrosa para el futuro de Europa, es necesario encontrar una tercera vía basada en unos pocos principios firmes.
Estos principios están claros.
Primero, la integridad territorial de Ucrania no es negociable.
Esto se ha dicho muchas veces, pero la repetición no disminuye su importancia.
Rusia sin Ucrania es una nación-estado manejable; Rusia con Ucrania es un imperio inmanejable.
En segundo lugar, a pesar de la condena de Occidente a la irresponsabilidad de Georgia y a que incorpore a su política lo que Rusia siente acerca de las complejas relaciones históricas con sus antiguos territorios imperiales, es inaceptable la desvergonzada brutalidad del Kremlin.
Después de todo, esto es Europa más de seis décadas después de la Segunda Guerra Mundial, y cerca de 20 años después del colapso de la Unión Soviética.
No se puede aceptar de manera pasiva el uso de la fuerza para solucionar las diferencias e imponer la voluntad de una nación por sobre otra.
Puede que, en el corto plazo, el tiempo esté del lado de Rusia.
En el largo plazo, en términos económicos, demográficos, políticos y estratégicos, el tiempo está de "nuestro" lado, si somos fieles a nuestros valores y principios.
Un voto de apoyo al Euroescepticismo
La paliza que sufrieron varios gobiernos en las recientes elecciones al Parlamento de la Unión Europea los pone en una situación con muy poco margen de maniobra frente a la Cumbre de la UE que se celebrará esta semana.
Sólo un incurable optimismo puede esperar que la cumbre traiga gloria a alguno de ellos.
La cumbre tiene dos objetivos: finalizar el texto de una nueva Constitución de la UE y nombrar al próximo Presidente de la Comisión.
Estas negociaciones serán mucho más difíciles, en vista del espectacular repudio de las urnas hacia una cantidad de gobiernos de importancia clave, junto con el potente crecimiento de los partidos euroescépticos y de protesta en varios estados miembros.
El problema para los líderes de Europa es que su propio repudio por parte de los votantes no necesariamente tiene el mismo mensaje que el aumento de la votación de los partidos euroescépticos.
La caída récord de la votación para los socialdemócratas que gobiernan Alemania encabezados por Gerhard Schröder tiene poco que ver con su política hacia Europa, sino en gran medida con la percepción de que sus políticas económicas han fracasado en casa, con la persistencia de un lento crecimiento y un alto desempleo.
A pesar del éxito de los partidos nacionalistas en Francia, lo mismo es válido para el revés del partido de centroderecha del Presidente Jacques Chirac.
En Inglaterra, por el contrario, donde la economía es sólida y el desempleo bajo, el principal factor tras el colapso del voto para el gobernante Partido Laborista ha sido el descontento con la decisión de Tony Blair de ir a la guerra en Irak junto con George Bush.
No obstante, el ascenso de los partidos euroescépticos en varios países, entre los cuales están Inglaterra. Francia, Bélgica, Polonia y la República Checa, tiene implicancias preocupantes para una cumbre cuyo objetivo es hacer avanzar la integración europea dando un paso pequeño pero decisivo.
En Inglaterra, en particular, el espectacular ascenso del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) sólo puede reforzar el prolongado y latente euroesceptiscismo del gobierno.
La constitución propuesta contendrá una Carta de Derechos Fundamentales, la que tiene como finalidad mejorar la legitimidad política y moral de la UE.
Pero, ¿mejorará realmente los derechos de los ciudadanos de la UE?
O, como insiste el gobierno británico, ¿será meramente un documento declamatorio que sólo describe derechos que ya existen bajo las legislaciones nacionales de los estados miembros?
El borrador de constitución podría mejorar los poderes de definición de políticas de la Unión, con un voto de mayoría ligeramente superior en el Consejo de Ministros, y un papel más fuerte para el Parlamento Europeo.
Pero, a pesar de la declaración hecha una vez por Tony Blair de que llevaría a Inglaterra "al corazón de Europa", sigue oponiéndose visceralmente a la perspectiva de una mayor integración, y se resistirá a cualquier nueva usurpación de la soberanía británica en sus áreas de "línea roja": impuestos, política exterior y finanzas presupuestarias de la UE.
El euroesceptiscismo de Blair es comprensible, en tanto y cuanto está en sintonía con los ánimos predominantes en Inglaterra.
Las encuestas de opinión indican de manera consistente que los votantes británicos sienten poco entusiasmo acerca de la UE, y esto se ve confirmado por la última encuesta del Eurobarómetro, realizada para la Comisión en toda la Unión, pero antes de la reciente ampliación de 15 a 25 estados miembros.
Una pregunta que siempre se hace en esta encuesta es si los votantes tienden a sentir confianza o desconfianza hacia las diferentes instituciones, como los parlamentos nacionales, los gobiernos nacionales y la Unión Europea.
En todos los países miembros, el nivel general de confianza en la Unión Europea no es alto: sólo un 41% de los votantes tiende a confiar en ella, mientras que el 42% no lo hace.
Pero en Inglaterra las cifras son radicalmente diferentes: sólo un 19% confía en la UE, mientras un 55%, no.
En contraste, el Parlamento Europeo tiene una mejor reputación que la UE como un todo: el nivel de confianza promedio a lo largo de la UE hacia el Parlamento Europeo es de un 54%, mientras que en Inglaterra es un 30%.
En toda la UE, un 48% piensa que ser miembro de la UE es algo bueno; en Inglaterra esta cifra baja al 29%.
En prácticamente cada pregunta, los votantes británicos son menos entusiastas acerca de la UE que los votantes de cualquier otro país.
Uno podría pensar que la aversión de los británicos hacia la UE tendría que reflejarse en apoyo y aprecio hacia sus instituciones nacionales.
No es así.
La confianza británica en el Parlamento Europeo puede ser apenas un 30%; pero la confianza en el Parlamento de Westminster es mucho más baja, tan sólo un 19%, la menor cifra de la UE.
La confianza en el gobierno nacional es un poco mayor, pero sólo del 25%, mientras que la confianza en los partidos políticos nacionales roza un magro 10%.
Nuevamente, ambas cifras son las más bajas de la UE.
Los votantes de otros países tienen más confianza en las instituciones de la UE, pero su opinión de sus propias instituciones también es baja.
En Francia, un 57% confía en el Parlamento Europeo, pero sólo un 29% confía en el parlamento francés; mientras que las cifras correspondientes en Alemania con un 51% y un 23%.
Pero lo que causa desconcierto en la encuesta es el hecho de que, a pesar de que los votantes europeos sientan poco entusiasmo acerca de la UE y sus instituciones actuales, tal como son hoy en día, un 65% de ellos apoyaría una política exterior común para Europa, y un 72% apoyaría una política de defensa y seguridad común; incluso en Inglaterra hay un 52% de apoyo a la idea de una política de defensa común.
Esto puede ser una reacción a la guerra encabezada por EE.UU. en Irak; pero Tony Blair la excluirá precisamente por esa razón, y una defensa europea común tiene poco sentido si Inglaterra no forma parte de ella.
El predicamento para los líderes europeos en la cumbre de esta semana es que se encuentran en un punto de inflexión de un inestable proceso de integración europea.
Con el ingreso de 10 nuevos miembros, la UE se debe convertir en un ente más integrado si es que desea funcionar.
Pero no está para nada claro que aquellos gobiernos que normalmente apoyarían más integración la puedan vender a sus desilusionados electorados.
Tony Blair ha prometido un referendo acerca de la nueva constitución europea, el cual no tienen ninguna posibilidad de ganar.
La pregunta central es si los "líderes" de Europa están jugando deliberadamente a fracasar, con la esperanza de que el problema desaparezca de algún modo.
Un acuerdo perjudicial para el futuro de los Estados Unidos
WASHINGTON, DC – El pasado 2 de agosto, el presidente Barack Obama consiguió a duras penas la aprobación de una ley presupuestaria para los EE. UU., que combina un aumento del límite legal de la deuda pública con una reducción del gasto federal; así se eludió el riesgo de caer en la primera cesación de pagos en los 224 años de historia de los Estados Unidos.
Pero el acuerdo alcanzado tiene tres grandes defectos.
Dos de ellos se compensan entre sí, pero el tercero es una amenaza para lo que más necesitarán los Estados Unidos en los años venideros: crecimiento económico.
El primer defecto es que las reducciones del gasto son inoportunas, ya que llegan en un momento en que la economía de los EE. UU. está debilitada; se plantea así el riesgo de inducir una nueva recesión.
El segundo defecto de la medida aprobada es que la reducción prevista no alcanza.
Pero aunque el plan aprobado será insuficiente para resolver el problema de los déficit presupuestarios crónicos y cada vez mayores que aquejan a los Estados Unidos, al menos es probable que en un corto plazo no cause grandes daños a la economía.
Sin embargo, el tercer defecto, y el más perjudicial, es que los recortes se aplicarán en los lugares equivocados.
Puesto que los congresistas demócratas tienen un compromiso casi religioso con mantener intactos los principales programas de prestaciones sociales para ciudadanos mayores con que cuenta el país (la Seguridad Social y Medicare), el proyecto no toca ninguno de los dos.
Pero a medida que los 78 millones de estadounidenses de la generación del baby boom (personas nacidas entre 1946 y 1964) se retiren y comiencen a cobrar las prestaciones, el costo de estos programas se disparará; esto constituirá el mayor aumento del gasto público y del déficit previsto durante los próximos años.
Y como los congresistas republicanos son igualmente alérgicos a cualquier suba impositiva (sin importar cuándo o en qué circunstancias), la reducción del déficit estipulada en el proyecto se deberá lograr sin aumentar los impuestos (ni siquiera a los estadounidenses más ricos).
Todos los recortes del gasto se harán en la parte “discrecional” del presupuesto federal; esto deja fuera la Seguridad Social, Medicare, el programa Medicaid para los más pobres y los intereses de la deuda pública.
Lo que queda para recortar es apenas un tercio del gasto federal total, y gran parte de esa fracción corresponde al presupuesto de defensa, que los republicanos intentarán proteger en el futuro.
De modo que el esquema creado por el acuerdo del 2 de agosto concentra la reducción del déficit en la parte del presupuesto federal “discrecional no destinado a defensa”, que es apenas un 10% del total.
Esta es una fuente de fondos muy pequeña para el nivel de ahorro que necesitará el país en los años venideros.
Peor aún, el gasto discrecional no militar incluye programas indispensables para el crecimiento económico, que a su vez es indispensable para la prosperidad y la posición internacional de los Estados Unidos en el futuro.
En primer lugar, el mejor modo que tiene el país para reducir su déficit presupuestario es crecer.
Cuanto mayor sea la tasa de crecimiento, mayores serán los ingresos que el Estado podrá recaudar sin necesidad de aumentar los impuestos (y el aumento de los ingresos permitirá reducir el déficit).
Además, el crecimiento económico es necesario para mantener la promesa (de enorme importancia para cada uno de los estadounidenses) de que cada generación tendrá la oportunidad de ser más próspera que la anterior, algo que en el lenguaje coloquial se conoce como “el sueño americano”.
Y para quienes no son estadounidenses, es igualmente importante el hecho de que solamente un crecimiento económico sólido puede garantizar que los EE. UU. mantengan su función expansiva en el mundo, que sirve de sostén de la economía global y factor de estabilidad en Europa, el este de Asia y el Oriente Próximo.
Como Thomas L. Friedman y yo explicamos en nuestro próximo libro, That Used To Be Us: How America Fell Behind in the World It Invented and How We Can Come Back [Lo que fueron los Estados Unidos, cómo quedaron rezagados en el mundo que inventaron y cómo pueden recuperarse], un factor determinante del éxito económico de los Estados Unidos fue la colaboración continua entre el sector privado y el público, que se remonta a los tiempos de la fundación del país, y que ahora está en peligro debido al tipo de recortes que estipula el acuerdo del 2 de agosto.
Esa colaboración se compone de cinco elementos: amplias oportunidades educativas que permiten producir una fuerza laboral altamente calificada; inversión en infraestructuras que sostienen el comercio (rutas, centrales de generación de energía y puertos); financiación de actividades de investigación y desarrollo que permiten extender las fronteras del conocimiento con el fin de crear productos nuevos; una política inmigratoria que atraiga y retenga a personas talentosas nacidas fuera de los Estados Unidos; y una regulación de los negocios lo suficientemente firme para impedir desastres como la casi debacle del sistema financiero en 2008, pero no tan estricta que ahogue la innovación y la disposición a correr riesgos, necesarias para el crecimiento.
Los primeros tres elementos de la fórmula estadounidense para el crecimiento cuestan dinero. Y ese dinero, que forma parte del gasto “discrecional no destinado a defensa” previsto en el presupuesto federal, ahora está en la mira del acuerdo para aumentar el límite de endeudamiento.
Recortar gastos en estos programas reducirá el crecimiento económico de los Estados Unidos en el largo plazo, con consecuencias negativas que se harán sentir tanto dentro del país como en el extranjero.
Pretender reducir el déficit ahorrando en educación, infraestructura y actividades de investigación y desarrollo es como querer adelgazar cortándose tres dedos.
Uno conserva la mayor parte del peso, pero las perspectivas vitales son mucho peores.
Para poder elevar el techo de la deuda había que reducir el déficit, pero la manera adoptada por la ley del 2 de agosto es un error.
A menos que para lograr esa ineludible reducción se apele en mayor medida a limitar los programas de prestaciones y aumentar los ingresos y en menor medida a recortar programas fundamentales para el crecimiento económico, el resultado será un país más pobre y débil, además de un mundo más incierto y tal vez más inestable.
Control y Equilibrio para la Constitución de la UE
El presidente de la Comisión de la Unión Europea, Romano Prodi, propuso un esquema para fortalecer al ejecutivo de la Unión Europea (UE).
Gran Bretaña, Francia y España están trabajando en un plan opuesto que consolidará los poderes ejecutivos de la UE entre los estados más grandes de la UE.
¿Qué debe pensar el europeo ordinario?
Los ciudadanos de Europa apenas y entienden los asuntos centrales de la Convención Constitucional Europea en Bruselas.
Los cerros de detalles oscurecen los problemas; las estériles y confusas discusiones nacionales que enfrentan a los "euroescépticos" contra los "eurófilos" generan mucho ruido y furia pero no clarifican nada.
Tan complicados parecen los temas de discusión que algunos periódicos y medios ya no reportan las actividades de la Convención.
Los ciudadanos de la UE podrían asegurarse un entendimiento más claro de lo que la Convención debería lograr formulando esta pregunta: ¿Cómo deberían dividirse las funciones gubernamentales entre la UE y sus naciones miembros?
Para contestar esto debemos entender el verdadero propósito de un gobierno.
El gobierno debe proveer a los ciudadanos de bienes públicos: defensa, legislación y reglamentación colectivas, establecimiento del gobierno de la ley.
Estas cosas pueden proveerse a diversos niveles de gobierno: local, regional, nacional o supranacional, es decir, la UE.
Pero ¿cuál es el nivel correcto?
En algunas áreas, la decentralización funciona porque reconoce diversas comunidades nacionales o locales.
Sin embargo, las decisiones locales a menudo tienen repercusiones en los ciudadanos de otras comunidades.
Entonces, ciertos servicios deberían asignarse a una unidad geográfica más amplia porque tienen externalidades (es decir, interdependencia de efectos).
La asignación de poderes de Europa debería basarse en el principio de que las instituciones realizan sólo aquellas actividades que tienen claras economías de escala y en las que las diferencias de opinión son modestas.
Entre más bajas sean las externalidades de la actividad del gobierno, más debería ser local.
Las externalidades de bajo nivel implican que la centralización brindaría pocos beneficios; las amplias diferencias entre los ciudadanos implican que los costos de armonización serían demasiado altos.
El euro, por ejemplo, representa ventajas de escala. Favorece el comercio internacional y evita externalidades negativas.
Ya no puede devaluarse la lira para favorecer a las exportaciones italianas en detrimento de las francesas, a lo que seguiría una reacción francesa, etcétera.
Aunque los ciclos económicos imperfectamente sincronizados de los miembros de la UE generan fricción en cuanto a la política monetaria y cambiaria, los beneficios del euro son mayores que los costos de la diversidad.
En la política educativa, sin embargo, imponer el mismo sistema a todos los miembros no generaría economías de escala.
De entre las áreas de política pública que tienen altas economías de escala o externalidades, dos destacan: el mercado común y la competencia; y la política externa y la defensa.
La primera cubre las leyes antimonopolio y de competencia, el comercio y la moneda común.
Algunos piensan que las políticas fiscales, desde la estructura de los impuestos hasta el bienestar social y los balances presupuestarios, también deberían armonizarse.
Pero las preferencias nacionales son diversas y si se impone mecánicamente, la centralización podría incitar resistencia.
Desde el punto de vista constitucional, las políticas fiscales no tienen unaraison d'être real.
La Constitución estadounidense, por ejemplo, no prescribe presupuestos balanceados para los estados.
Sólo en circunstancias excepcionales se justifica la armonización fiscal: prohibiciones, digamos, de los incentivos fiscales dirigidos a limitar la competencia, impedir el comercio o restringir el movimiento de capital.
Las políticas externa y militar pertenecen, por excelencia, al ápice gubernamental.
Hay claras externalidades y economías de escala.
Sería absurdo que Nueva York tuviera una política externa distinta que Texas.
Es casi lo mismo en Europa.
La inclusión de nuevos miembros en la Unión implica que habrá todavía más divergencias internas, lo que significa que son menos las políticas centralizadas que pueden justificarse.
Estas consideraciones sugieren una serie de principios para ser considerados por la Convención:
1. La Constitución europea debería establecer inequívocamente cuáles prerrogativas pertenecen a Europa y cuáles a los países miembros.
Cuando haya duda, el principio de subsidiariedad sugiere que los estados nacionales deben seguir siendo supremos.
2. Las instituciones a nivel europeo deberían garantizar el funcionamiento de los mercados, incluyendo las políticas de competencia, comercial y monetaria.
3. Las áreas fiscales deberían permanecer en su mayoría decentralizadas, a no ser por algunas pocas excepciones.
4. La política externa y la defensa son áreas de competencia federal que han de ser delegadas a Europa en el momento adecuado.
5. La creación de nuevas áreas de competencia federal debería acompañarse con mecanismos de toma de decisiones basados en democracias genuinamente representativas.
Entonces, "ninguna centralización sin representación".
La UE de hoy en día difiere enormemente de esos principios (véase la tabla) como lo muestra el hecho de que la agricultura, que representa 2% del PIB europeo, absorbe 40% de los gastos de Europa.
Actividades de las instituciones de la Unión Europea (por ciento del total)
Europa se encuentra ante una oportunidad histórica.
Los padres fundadores de la Constitución estadounidense escribieron un documento que ha durado más de 200 años.
Los miembros de la Convención Europea obviamente enfrentan una sociedad mucho más compleja y diversa y, por lo tanto, un reto constitucional más difícil.
Pero pueden lograr su propósito teniendo una sabiduría y una previsión similares.
Una mirada equilibrada de los desequilibrios sino-norteamericanos
BEIJING – Antes de julio de 2007, la mayoría de los economistas acordaron que los desequilibrios globales eran la amenaza más importante para el crecimiento global.
Se dijo que la creciente relación entre la deuda extranjera neta y el PBI –el resultado de déficits de cuenta corriente crónicos- le pondría un freno abrupto a los ingresos de capital, a su vez debilitando el dólar, haciendo subir las tasas de interés y sumiendo a la economía estadounidense en una crisis.
Pero este escenario nunca se materializó.
En cambio, la crisis surgió de la debacle de las hipotecas de alto riesgo de Estados Unidos, que rápidamente arrastró a la economía global a su recesión más profunda desde los años 1930.
La mayoría de los economistas no previeron la dinámica económica que, en realidad, condujo a la crisis, porque no le prestaron suficiente atención al rápido incremento de la deuda total estadounidense.
Por el contrario, se concentraron exclusivamente en la deuda extranjera de Estados Unidos, ignorando la deuda de los hogares (deuda hipotecaria y de consumo), la deuda pública, la deuda empresaria y la deuda financiera.
En particular, deberían haberle prestado mayor atención a la sostenibilidad de la deuda hipotecaria y de consumo de Estados Unidos.
En 2007, la relación entre deuda hipotecaria y de consumo y PBI era superior al 90%, comparado con el 24% de la deuda extranjera neta.
Por supuesto, los diversos componentes de la deuda difieren considerablemente en su carácter y en las fuentes de financiamiento –y, por ende, en su sostenibilidad-.
Pero todas las partes de la deuda total de un país y cómo está financiada están interconectadas.
Esto significa dos cosas.
Primero, los fondos de diferentes fuentes de financiamiento son en cierto modo intercambiables: la deficiencia de los fondos para un componente de la deuda total se puede suplantar por fondos excedentes originariamente destinados a financiar otros componentes.
Segundo, los problemas en un único componente de la deuda total tendrán un impacto en todos los otros componentes.
Después de que estalló la crisis de hipotecas de alto riesgo, la deuda hipotecaria y de consumo fue saldada parcialmente por los hogares ya sea con ahorros o por default.
La caída de la deuda total de Estados Unidos, y el achicamiento de la brecha de financiación entre la deuda total y los fondos domésticos, condujo a una mejora significativa del déficit de cuenta corriente de Estados Unidos en 2008-2009, refutando el argumento del presidente de la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, de que el déficit estaba causado por un “exceso de ahorro” global.
De hecho, la posición de cuenta corriente de Estados Unidos se fortaleció a pesar de la apreciación del dólar frente a la demanda de refugio.
Desafortunadamente, como consecuencia del desapalancamiento del sector privado y de un incremento de los ahorros de los hogares, la economía estadounidense, impulsada por la deuda y el consumo, cayó en recesión.
Para compensar el impacto negativo del desapalancamiento del sector privado en el crecimiento, el gobierno de Estados Unidos mantuvo políticas fiscales y monetarias expansionistas.
En este momento en que la deuda de los hogares está pendiente de un hilo tras la intervención gubernamental febril, la posición fiscal se deterioró drásticamente y el balance de cuenta corriente volvió a empeorar.
La sostenibilidad de la deuda pública reemplazó a la sostenibilidad de la deuda privada como la mayor amenaza para la estabilidad financiera, y el foco del debate sobre la cuenta corriente de Estados Unidos pasó de la sostenibilidad de la deuda extranjera al impacto que tiene reducir el déficit externo en el crecimiento y el empleo.
El dilema al que se enfrentan los responsables de las políticas de Estados Unidos es cómo estimular el crecimiento y, a la vez, reducir el nivel de deuda total.
La manera más importante de lograr ambos objetivos es aumentar las exportaciones fortaleciendo la competitividad estadounidense.
Pero, ¿de dónde surgirá la mayor competitividad?
La devaluación del dólar podría mejorar la competitividad estadounidense en el corto plazo, pero no es una solución.
Como el rápido deterioro fiscal hoy hace que los inversores estén preocupados por las pérdidas de capital en los títulos del gobierno de Estados Unidos, la devaluación haría que los extranjeros se sintieran más dubitativos a la hora de financiar el déficit presupuestario estadounidense.
Si el financiamiento extranjero no llega pronto, los rendimientos sobre la deuda del gobierno de Estados Unidos aumentarán y la economía estadounidense volverá a caer en recesión.
En el largo plazo, el patrón de crecimiento de Estados Unidos debe sufrir un cambio estructural de una dependencia de la deuda y el consumo a otra basada en la capacidad de la que hacen alarde los norteamericanos para la creatividad y la innovación.
Sólo entonces Estados Unidos mejorará lo suficiente su competitividad como para permitirle al gobierno reducir la deuda tanto pública como privada a niveles sostenibles y mantener, al mismo tiempo, una tasa de crecimiento respetable.
Sin embargo, ni una mejor competitividad ni una reducción de la deuda total se pueden lograr de la noche a la mañana.
En el corto plazo, el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos se mantendrá, más allá de qué país tenga excedentes bilaterales.
Por lo tanto, la continua reinversión de China de sus excedentes de cuenta corriente en títulos del gobierno de Estados Unidos es de suma importancia para el crecimiento y la estabilidad financiera de Estados Unidos.
Dado que Estados Unidos se beneficia extremadamente con las compras por parte de China de títulos del gobierno de Estados Unidos, es difícil entender por qué el gobierno y el Congreso estadounidenses se vienen quejando tanto del déficit de cuenta corriente bilateral.
También resulta difícil comprender por qué China se muestra tan reacia a reducir su excedente bilateral, frente a los magros retornos sobre sus tenencias masivas de títulos del gobierno de Estados Unidos y un sostenido riesgo de grandes pérdidas de capital en el futuro.
Las buenas noticias son que, tras la reciente visita del presidente Hu Jintao a Washington, tanto Estados Unidos como China dieron pasos positivos para resolver sus diferencias sobre el balance de cuenta corriente bilateral.
Eso es un buen augurio para un diálogo sino-norteamericano más racional y constructivo sobre los desequilibrios globales, que con certeza beneficiaría a la economía global.
Un pequeño paso hacia una unión bancaria
BRUSELAS – Al comienzo de la crisis financiera, se dijo de los bancos lo que con agudeza señaló Charles Goodhart: “aunque en vida puedan ser internacionales, se vuelven nacionales en la muerte”.
En aquel momento (2008-2009), grandes bancos internacionales se encontraron en problemas y fue necesario que sus propios gobiernos nacionales los rescataran.
Pero ahora Europa enfrenta el problema opuesto: los bancos son “nacionales en vida, pero europeos en la muerte”.
Pero esa resistencia a reconocer los problemas locales no se queda allí.
Las autoridades españolas aseguraban hasta hace poco que los problemas del sector inmobiliario en España eran temporales.
Reconocer la verdad los hubiera obligado a admitir que durante varios años no advirtieron la formación de una burbuja inmobiliaria insostenible que ahora pone a todo el país en riesgo de bancarrota.
En el caso de Irlanda, al principio la situación no era muy diferente.
Cuando empezaron a aparecer los problemas, el que era entonces ministro de finanzas todavía afirmaba que el país realizaría “el rescate bancario más barato de la historia”.
Conociendo la tendencia de los supervisores nacionales a no reconocer los problemas internos, parece natural que cada país se haga cargo del costo de salvar a los bancos insolventes.
Por eso, también pareció razonable que, incluso dentro de la eurozona, la supervisión bancaria se haya mantenido en gran medida dentro de la órbita nacional.
La Autoridad Bancaria Europea, que se creó hace poco, tiene poderes limitados sobre los supervisores nacionales; estos, en sus labores diarias, se guían básicamente por consideraciones nacionales.
Pero la realidad ha demostrado que este modo de hacer las cosas no es sostenible.
Puede ser que los problemas comiencen en el nivel nacional, pero la existencia de la unión monetaria lleva a que en poco tiempo se conviertan en una amenaza para la estabilidad de todo el sistema bancario de la eurozona.
En su reunión cumbre de junio, los líderes europeos finalmente reconocieron la necesidad de corregir la situación y transferir al Banco Central Europeo la responsabilidad de la supervisión bancaria en la eurozona.
Visto el grado de integración financiera que se da dentro de la unión monetaria, poner al BCE a cargo era una decisión obvia.
Además, el BCE ya es responsable de facto por la estabilidad del sistema bancario europeo.
Pero hasta ahora, tenía que prestar enormes sumas de dinero a otros bancos sin poder evaluar su situación financiera, porque toda la información pertinente estaba en manos de autoridades nacionales que la guardaban celosamente y que, por lo general, negaban que hubiera algún problema hasta que ya era demasiado tarde.
Conferir esta autoridad al BCE también debería ayudar a detener el proceso de desintegración que acecha a la eurozona, un proceso que aunque no sea muy visible, es bien real.
Basta preguntar en cualquiera de los grandes grupos bancarios internacionales con sede en un país de la eurozona que enfrenta dificultades financieras.
Pensemos en un banco italiano que, además, tiene una filial importante en Alemania.
Como es natural, las operaciones que lleva a cabo en este segundo país le generan un excedente de fondos (porque en Alemania, el ahorro supera con creces la inversión en término medio).
La casa matriz querrá usar esos fondos para reforzar la liquidez del grupo.
Pero como las autoridades de supervisión alemanas consideran que Italia está en riesgo, se oponen a cualquier transferencia.
En tanto, el interés de las autoridades italianas es opuesto.
Tendrán que caminar a un ritmo mucho más veloz para poder salvar al euro.
¿Un Consenso de Berlín?
HONG KONG - Un viaje que hice hace poco a Berlín me trajo recuerdos de una visita anterior en el verano de 1967, cuando era un pobre estudiante que se maravillaba ante el muro que dividiría y devastaría toda una sociedad por otras dos décadas.
Berlín hoy es una ciudad vibrante y rejuvenecida, que ha sido reconstruida gracias al trabajo duro y la voluntad de los pueblos alemanes por unificar el país. Por lo mismo, era un lugar adecuado para celebrar la conferencia del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico (INET), a la que había viajado como participante.
El tema de la conferencia era "El paradigma perdido" y reunió a más de 300 economistas, politólogos, analistas de sistemas y ecologistas para repensar la teoría económica y política ante los retos y las incertidumbres que plantea la creciente desigualdad, el aumento del desempleo, el desorden financiero global y el cambio climático.
Casi todos coincidieron en que el viejo paradigma de la economía neoclásica ya no sirve, pero no hubo acuerdo sobre lo que pueda reemplazarlo.
El premio Nobel Amartya Sen atribuyó la crisis europea de cuatro fracasos: político, económico, social e intelectual.
La crisis financiera mundial, que comenzó en 2007 como una crisis de los préstamos hipotecarios de alto riesgo en EE.UU. y creció hasta convertirse en una crisis de la deuda soberana (y la banca) europea, ha planteado interrogantes que no podemos responder, debido a la sobreespecialización y la fragmentación del conocimiento.
Y, sin embargo, no se puede negar que el mundo se ha vuelto demasiado complejo como para que una teoría simple y general pueda explicar los intrincados cambios económicos, tecnológicos, demográficos y ambientales.
En particular, el ascenso de los mercados emergentes ha desafiado la lógica deductiva e inductiva occidental tradicional.
La inferencia deductiva nos permite predecir los efectos si conocemos los principios (la regla) y la causa.
Según el razonamiento inductivo, si se conoce la causa y los efectos, podemos inferir los principios.
Por el contrario, el pensamiento oriental ha sido abductivo, pasando del pragmatismo a adivinar los pasos siguientes.
La inferencia abductiva es pragmática y se centra solo en los resultados, intentando adivinar la regla e identificando la causa.
Al igual que la historia, la teoría de las ciencias sociales la escriben los vencedores y es moldeada por el contexto y los retos de su tiempo.
El pensamiento de libre mercado evolucionó a partir de teóricos anglosajones (muchos de ellos escoceses) que emigraron y colonizaron territorios, lo que llevó a algunos afortunados a suponer que no hay límites para el consumo.
El pensamiento europeo continental, en respuesta a la urbanización y la necesidad de orden social, hizo hincapié en el análisis institucional de la economía política.
Por lo tanto, el surgimiento de la economía neoclásica en el siglo XIX estuvo muy influenciado por la física newtoniana y cartesiana: pasó del análisis cualitativo a cuantificar la conducta humana, dando por supuesta una conducta racional y excluyendo la incertidumbre.
Este pensamiento de un "equilibrio predeterminado" (reflejado en la opinión de que los mercados siempre se corrigen a sí mismos) condujo a una parálisis de políticas hasta la Gran Depresión, cuando ganó fuerza el argumento de John Maynard Keynes a favor de la intervención del gobierno para abordar el desempleo y las brechas de la producción.
En la década de 1970, la escuela neoclásica del equilibrio general "secuestró" la economía keynesiana a través de modelos del sector real que suponían que "la financiación es un velo", volviéndose así ciegos a los efectos desestabilizadores de los mercados financieros.
En gran medida, se hizo caso omiso a economistas como Hyman Minsky, que trató de corregir esto, al tiempo que Milton Friedman y otros lideraron el empuje de la profesión hacia los mercados libres y la mínima intervención del gobierno.
Pero entonces la tecnología, la demografía y la globalización plantearon nuevos y dramáticos desafíos que el enfoque neoclásico no podía prever.
A pesar de que los países avanzados del mundo consumían en exceso mediante el apalancamiento de los derivados financieros, unos cuatro mil de los siete mil millones de habitantes del planeta comenzaron a entrar en la clase media, ejerciendo una enorme presión sobre los recursos mundiales y planteando el problema de la sostenibilidad ecológica.
Es necesaria una nueva forma de pensar para dar respuesta a estos cambios masivos y sistemáticos, así como la integración de gigantes como China e India al mundo moderno.
Un cambio de mentalidad que es preciso no sólo en Occidente, sino también en Oriente.
En 1987, el historiador Ray Huang explicó el caso de China:
"A medida que el mundo entra en la era moderna, la mayoría de los países bajo presiones internas y externas deben reconstruirse mediante la sustitución del modo de gobierno basado en la experiencia agraria con un nuevo conjunto de reglas basadas en el comercio... Esto es más fácil de decir que de hacer.
El proceso de renovación podría afectar a las capas superiores e inferiores e, inevitablemente, es necesario reacondicionar los vínculos institucionales entre ellas.
La destrucción completa es a menudo el orden, y puede tomar décadas llevar el asunto a su finalización ".
Mediante este marco macro-histórico podemos ver la deflación japonesa, la deuda europea e incluso la primavera árabe como fases de cambios sistémicos dentro de  estructuras complejas que interactúan unas con otras en un nuevo sistema global multipolar.
Estamos siendo testigos de un proceso de convergencia global (la reducción de los ingresos, la riqueza y las brechas de conocimiento entre países) y divergencia local (las ampliación de las diferencias de ingresos, la riqueza y el conocimiento dentro de países) simultáneas.
Los sistemas adaptativos luchan con el orden y la creatividad a medida que evolucionan.
Como el filósofo Bertrand Russell lo expresara proféticamente: "La seguridad y la justicia requieren un control centralizado de gobierno que debe extenderse a la creación de un gobierno mundial para ser eficaz.
El progreso, por el contrario, requiere el máximo de iniciativa personal que sea compatible con el orden social ".
Está en marcha una nueva ola de lo que el economista Joseph Schumpeter llamó la "destrucción creativa": incluso cuando los bancos centrales luchan por mantener la estabilidad, inundando los mercados con liquidez, se está reduciendo el crédito a las empresas y los hogares.
Vivimos en una era de temor simultáneo a la inflación y la deflación, de prosperidad sin precedentes en medio de una creciente desigualdad, y de avances tecnológicos y agotamiento de los recursos.
Mientras tanto, los sistemas políticos actuales prometen buenos puestos de trabajo, un sólido gobierno, un medio ambiente sostenible y armonía social sin sacrificios: un paraíso de polizontes que se cuidan de sus propios intereses y que solo puede sostenerse a costa de sacrificar el medio ambiente natural y el bienestar de las generaciones futuras.
No podemos posponer por siempre el dolor del ajuste con la impresión de dinero.
La sostenibilidad solo puede lograrse cuando los que tienen estén dispuestos a sacrificarse por los desposeídos.
El Consenso de Washington de reformas de libre mercado para los países en vías de desarrollo acabó hace más de dos décadas.
La conferencia INET de Berlín mostró la necesidad de uno nuevo: un consenso compatible con el sacrificio en aras de la unidad.
A Europa le podría venir muy bien.
Una Europa mejor y más segura
Para muchos, entre quienes me incluyo, la ampliación de la OTAN para integrar a los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania (que en el pasado fueron repúblicas soviéticas), entre otros, es un sueño imposible que se ha convertido en realidad.
Cuando surgió la idea por primera vez, hace 10 años, pocas personas se tomaron en serio el tema de la ampliación hacia estos estados.
Hasta hace poco, la firme oposición de Rusia a la idea significó un serio obstáculo, ya que agudizó la impresión de que Rusia consideraba a sus repúblicas vecinas como una zona de interés e influencia especial.
La ampliación de la OTAN ha dejado muy claro que ningún país de la nueva Europa se puede considerar como parte de la "zona" de otro país.
Esto asegura a los tres pequeños países bálticos que no se repetirá la pesadilla de la ocupación por parte de vecinos más grandes (el Reich de Hitler y la Unión Soviética de Stalin), sufrida por ellos durante medio siglo.
Al poner límite a cualquier tendencia revanchista en Rusia acerca de las repúblicas bálticas, se logra que Europa sea un lugar más seguro y se ayuda a Rusia en sus esfuerzos por definirse a sí misma como un estado nacional y no un imperio.
La ampliación creará una mejor Europa también porque aumenta el territorio en que los países se encuentran comprometidos con los valores políticos de la OTAN, incluidos los derechos individuales y de las minorías.
Afortunadamente Rusia ahora parece comprender el valor de este aspecto político de la ampliación de la OTAN.
Hace bien: la ampliación de la OTAN no es una "expansión" que amenace a Rusia o a otros países que se esfuerzan por llevar a la práctica reformas políticas democráticas.
Por el contrario, la expansión hace desaparecer las inquietudes, sean éstas reales o imaginarias, sobre la situación de la gran población de habla rusa que hoy vive fuera de Rusia pero dentro de las fronteras de la ex Unión Soviética.
Los derechos civiles de las minorías rusas en los estados bálticos y en cualquier otro lugar ahora están consagrados por la ley, gracias no en pequeña medida a las exigencias de la OTAN.
Estas iniciativas por los derechos civiles surgidas de la OTAN reflejan la cada vez mejor coordinación con que Rusia, Europa y Estados Unidos tratan sus desaveniencias.
De hecho, la ampliación de la OTAN ocurre sólo unos días después de que Rusia y la UE llegaran a un acuerdo acerca del difícil tema del acceso al enclave ruso de Kaliningrado.
Esta pequeña parte de Rusia, con un millón de habitantes y en la costa del Mar Báltico, se encuentra inserta entre Polonia y Lituania, dos futuros miembros de la UE.
Esto podría haber dado lugar a una complicada situación, en que los rusos habrían tenido que enfrentar exigentes requisitos de visado al viajar entre Kaliningrado y el resto de Rusia.
El Presidente Putin y la UE llegaron a un acuerdo que hace mucho más fácil el acceso, sin afectar el estatus de Lituania y Polonia al interior del régimen de la UE.
Esto, a su vez, creó nuevamente el tipo de situación en que todos ganan, tan importante para las futuras relaciones entre la UE y Rusia.
Cuando la ampliación de la UE hacia Europa Central y del Este sea decidida finalmente por el Consejo de Europa en Copenhage el próximo mes, la conclusión será clara: Europa se ha convertido en un lugar mucho mejor y más seguro donde vivir, gracias a las decisiones tomadas por la OTAN y la UE durante el crucial otoño de 2002.
Pero esta no es razón para la complacencia, ya que el trabajo realmente duro está recién comenzando: enfrentar todos los problemas internos políticos y prácticos que surgirán con las ampliaciones, así como tratar con los países que están a la espera de ser miembros, particularmente Rusia.
Las relaciones con Rusia son de una importancia vital para que Europa continúe mejorando la calidad de vida de sus ciudadanos y enfrentando las preocupaciones sobre seguridad.
La amenaza común del terrorismo internacional debe ser abordada en conjunto.
Tenemos que convencernos los unos a los otros de que la lucha contra este enemigo común debe llevarse a cabo con un ojo atento a equilibrar las necesidades de seguridad con las de los derechos humanos y de las minorías.
Kaliningrado puede ser una prueba de fuego para estas relaciones.
El primer obstáculo se ha superado con el acuerdo sobre el acceso al enclave.
El siguiente es apoyar la lucha de Kaliningrado contra la enfermedad y el crimen, así como el fortalecimiento de sus estructuras económicas y sociales.
Esto requiere de la generosidad de la UE y la flexibilidad de Moscú.
En un contexto más amplio, esto podría llevar al afianzamiento de la así llamada Dimensión Norte de la UE, donde la meta es un área de libre comercio que incluya a todos los países ubicados alrededor del Mar Báltico.
Un proyecto de tal magnitud se puede lograr si existe la voluntad política y ésta logra imponerse.
Hace sólo unos cuantos años la UE y la ampliación de la OTAN eran vistos como sueños irrealizables.
Pero la determinación y la voluntad política han hecho que hoy los sueños sean una realidad.
Hoy es el momento de fijar nuevas y ambiciosas metas para Europa.
Una forma mejor de reducir los riesgos nucleares
En 1977, cuando trabajé en el Departamento de Estado del Presidente Jimmy Carter, me enviaron a la India para disuadir a los dirigentes de ese país de su intención de fabricar una bomba nuclear.
Mis anfitriones respondieron que necesitaban hacerlo para no quedar rezagados respecto de China.
Yo dije que el Pakistán seguiría su ejemplo inevitablemente y el mundo pasaría a ser menos seguro.
La India prometió no exportar su tecnología armamentística.
Por lo que sabemos, sus dirigentes han mantenido su promesa.
Pero las revelaciones sobre la red de contrabando de armas nucleares organizada por A. Q. Jan, el padre de la bomba del Pakistán, confirman el peligro que predije entonces.
Algunos llaman a la red de Jan una operación para propagar una "bomba islámica", pero, en vista de que Corea del Norte figuraba en la lista de receptores, junto con Libia y el Irán, sería mejor denominarla bomba corrupta.
Como lo ejemplifican los acontecimientos en el Pakistán, la propagación de la tecnología nuclear no amplía la estabilidad inherente a la disuasión mutua.
Más bien aumenta las posibilidades de filtraciones corruptas que pueden brindar a grupos terroristas el acceso a las armas nucleares.
Con eso todo el mundo resulta menos seguro.
Cualquier grupo patológico de extremistas podría destruir Nueva Delhi, Tokio, París o cualquier ciudad que eligieran.
Ahora la atención del mundo está centrada en el Irán, uno de los receptores de tecnología pakistaní, como el país más deseoso, al parecer, de crear su arsenal nuclear propio.
Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el Irán comenzó a enriquecer uranio en una instalación centrifugadora experimental el pasado mes de agosto y está construyendo mayores instalaciones subterráneas de enriquecimiento.
El Irán proclama que sus programas son para la generación pacífica de energía nuclear, pero los inspectores ya han encontrado rastros de uranio muy enriquecido para fines armamentísticos.
El pasado mes de octubre, Mohamed El Baradei, director del OIEA, anunció que el Irán había aceptado procedimientos de inspección más rigurosos.
Además, después de las visitas de los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Gran Bretaña y Alemania, el Irán anunció una suspensión temporal de su programa de enriquecimiento.
Ahora insinúa que puede reanudar el enriquecimiento y recientes informes de prensa sobre las importaciones procedentes del Pakistán indican que el Irán no enseñó todo al OIEA.
El Irán afirma que, como parte que es en el Tratado sobre la no proliferación (TNP), tiene derecho a enriquecer uranio para fines pacíficos.
Es cierto, porque dicho Tratado nació con una laguna.
Aunque un país acepte inspecciones en gran escala del OIEA, puede acumular legalmente uranio enriquecido (o plutonio reprocesado) bajo capa de un programa de energía pacífica y después declarar de repente que las circunstancias han cambiado y retirarse del Tratado... con la capacidad para producir armas nucleares a corto plazo.
Si así lo hiciera el Irán, no sólo aumentaría los peligros en una región inestable, sino que, además, probablemente iniciaría un proceso de desmantelamiento del régimen de no proliferación a escala mundial.
El Irán puede preguntar qué derecho tienen otros a exigirle que renuncie a las armas nucleares.
La respuesta radica en que prometió hacerlo, cuando firmó el TNP, y en las consecuencias que impondría a otros.
Por esas razones, el Presidente Bush declaró inaceptable un arma nuclear iraní.
Sin embargo, las opciones unilaterales de los Estados Unidos son limitadas.
No sólo está el ejército de los Estados Unidos muy ocupado en el Iraq, sino que, además, la forma como ese país intervino en el Iraq -que resultó tener menos capacidades nucleares que el Irán- socavó el crédito americano, lo que dificulta el reclutamiento de aliados para contener las ambiciones nucleares del Irán.
Por fortuna, existe una opción multilateral y ya hay un precedente.
A mediados del decenio de 1970, muchos países que eran parte en el TNP se propusieron importar y desarrollar instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento.
Al comprender la amenaza que ello representaba para el régimen de no proliferación, países tan diversos como la Unión Soviética, Francia, Alemania y el Japón constituyeron un "Grupo de proveedores nucleares" que limitó la exportación de instalaciones de enriquecimiento y reprocesamiento.
Así se colmó en parte la laguna del Tratado sin modificarlo.
En la actualidad, dichos países deben agruparse para ofrecer al Irán (y a otros) un trato.
Los países que deseen desarrollar la energía nuclear, pero no fabricar bombas nucleares, deben recibir garantías internacionales de suministro de combustible y eliminación del combustible apagado.
Por ejemplo, Rusia, que está ayudando al Irán a construir un reactor nuclear en Bushehr, debe ofrecer a ese país una garantía de combustible de uranio poco enriquecido y reprocesamiento del combustible apagado del reactor enviándolo de vuelta a Rusia, si el Irán acepta renunciar a su enriquecimiento y reprocesamiento.
Después dicho trato podría ser ratificado por el Consejo de Seguridad de las Naciones unidas.
El Consejo declararía que una mayor proliferación de armas nucleares es una amenaza para la paz y que cualquier país que siga esa orientación será objeto de sanciones.
En esa resolución se incluiría también la garantía al Irán del acceso a las partes no peligrosas del ciclo del combustible de la energía nuclear.
Se podría hacer más atractiva la propuesta con ofrecimientos de relajación de las sanciones vigentes y facilitar una garantía de seguridad, si el Irán no se nucleariza.
Los ministros europeos de Asuntos Exteriores ya han expresado sus preocupaciones por el programa nuclear del Irán.
Rusia ha indicado que está dispuesta a prestar esos servicios en materia de combustible.
Es hora de que el Consejo de Seguridad intente internacionalizar las partes más peligrosas del ciclo del combustible nuclear.
No es demasiado tarde para aprovechar las enseñanzas que se desprenden de las descarriadas aventuras de A. Q. Jan.
Una gran oportunidad para los pequeños agricultores
NUEVA YORK – La iniciativa del G-8 de destinar 20.000 millones de dólares a las pequeñas explotaciones agrícolas, lanzada en la reciente reunión de ese grupo en L’Aquila (Italia) es un potencial hito histórico en la lucha contra el hambre y la pobreza extrema.
Con una gestión seria de los nuevos fondos, la producción de alimentos en África se disparará.
De hecho, la nueva iniciativa, combinada con otras en materia de salud, educación e infraestructuras, podría ser el mayor paso hasta ahora para lograr los fines de desarrollo del Milenio, el esfuerzo internacionalmente acordado para reducir a la mitad la pobreza extrema, la enfermedad y el hambre en 2015, a más tardar.
Durante el período 2002-2006, yo dirigí el Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas, encaminado a lograr los objetivos de desarrrollo del milenio, para el entonces Secretario General de las NN.UU., Kofi Annan.
Una de las piedras angulares del proyecto eran los “agricultores con pequeñas explotaciones”, es decir, familias de agricultores de África, América Latina y Asia: explotaciones agrícolas de una hectárea, aproximadamente, o menos.
Se trata de algunos de los hogares más pobres del mundo y también –cosa que resulta irónica– algunos de los más hambrientos, pese a ser productores de alimentos.
Pasan hambre porque carecen de la capacidad para comprar semillas de gran rendimiento, fertilizantes, equipo de riego y otros instrumentos necesarios para aumentar la productividad.
A consecuencia de ello, su producción es escasa e insuficiente para su subsistencia.
Su pobreza causa poca productividad agrícola y ésta intensifica su pobreza.
Es un círculo vicioso, técnicamente denominado “trampa de la pobreza”.
El Equipo de Tareas del Proyecto del Milenio de las NN.UU. sobre el hambre, dirigido por dos científicos de prominencia mundial, M. S. Swaminathan y Pedro Sánchez, examinaron posibles formas de superar ese círculo vicioso. El Equipo de Tareas sobre el hambre concluyó que, si se concedía ayuda a los agricultores con pequeñas explotaciones en forma de insumos agrícolas, África podía aumentar substancialmente su producción de alimentos.
El Proyecto del Milenio recomendó un gran aumento de la financiación mundial para ese fin. A partir de esa labor y conclusiones científicas conexas, Annan lanzó un llamamiento en 2004 en pro de una revolución verde africana, basada en una asociación ampliada entre África y los países donantes.
Muchos de nosotros, en particular el actual Secretario General de las NN.UU., Ban Ki-moon, hemos trabajado denodadamente para hacerlo posible y Ban ha subrayado repetidas veces la emergencia especial provocada por las crisis alimentaria, financiera y energética mundiales de los dos últimos años.
El anuncio del G-8 refleja esos años de esfuerzo y, naturalmente, los impulsos dados al respecto por el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, el Primer Ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero, el Primer Ministro australiano, Kevin Rudd, el Presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, el Comisario europeo Louis Michel, el diputado al Parlamento Europeo Thijs Berman y otros.
Ahora la clave esta en hacer que ese esfuerzo dé resultado.
Las lecciones de la Historia son claras.
Brindar semillas y fertilizantes a agricultores con pequeñas explotaciones a precios en gran medida subvencionados (o incluso gratuitamente en algunos casos) constituirá una gran diferencia duradera.
No sólo aumentarán las cosechas de alimentos a corto plazo, sino que, además, los hogares de agricultores utilizarán sus mayores ingresos y mejor salud para acumular toda clase de activos: saldos de efectivo, nutrientes para la tierra, animales de granja y salud y educación de sus hijos.
Ese aumento de los activos permitirá, a su vez, a los mercados crediticios locales, como, por ejemplo, el de la microfinanciación comenzar a funcionar.
Los agricultores podrán comprar insumos, ya sea con su propio dinero o mediante préstamo gracias a su solvencia crediticia.
Ahora se ha logrado un consenso sobre la necesidad de ayudar a las pequeñas explotaciones, pero siguen existiendo obstáculos.
Tal vez el riesgo mayor sea el de que las “burocracias de la ayuda” se disputan para intentar conseguir una buena tajada de los 20.000 millones de dólares, con lo que gran parte de éstos se irían en reuniones, consultas de expertos, gastos generales, informes y más reuniones.
Las “asociaciones” de donantes pueden llegar a ser un oneroso fin en sí mismas, con lo que simplemente retrasan la aplicación de las medidas reales.
Si los gobiernos donantes quieren de verdad obtener resultados, deben dejar de poner el dinero en manos de treinta o más burocracias distintas y juntarlo en uno o dos lugares, el más lógico de los cuales sería el Banco Mundial, en Washington, y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), en Roma.
Uno o dos de esos organismos tendría entonces una cuenta con varios miles de millones de dólares.
Después los gobiernos de regiones azotadas por el hambre, en particular África, presentarían planes nacionales de acción que facilitarían los detalles sobre cómo utilizarían los fondos de los donantes para brindar semillas de gran rendimiento, fertilizantes, riego, herramientas agrícolas, silos de almacenamiento y asesoramiento local a los agricultores empobrecidos.
Un grupo de expertos independiente examinaría los planes nacionales para comprobar su coherencia científica y de gestión.
En el caso de que un plan fuera aprobado, se desembolsaría rápidamente el dinero para apoyarlo.
Después, cada uno de los programas nacionales sería supervisado, auditado y evaluado.
Ese método es sencillo, eficiente, responsable y científicamente sólido.
Dos recientes ejemplos de éxito en materia de ayuda han utilizado ese método: la Alianza Mundial para el Fomento de la Vacunación y la Inmunización, que consigue inmunizar con éxito a niños pequeños, y el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, que apoya los planes nacionales de acción para luchar contra esas mortíferas enfermedades.
Los dos han salvado millones de vidas durante el pasado decenio y han preparado el terreno para un método más eficiente y científicamente sólido de asistencia para el desarrollo.
No es de extrañar que muchos de los organismos de las NN.UU. y de los organismos de ayuda de los países ricos se opongan a ese método.
Con demasiada frecuencia, lo que se disputan es el territorio y no la forma más eficaz de acelerar la llegada de la ayuda a los pobres.
Así, pues, Obama, Rudd, Zapatero y otros dirigentes innovadores pueden obtener unos resultados mucho mejores cumpliendo sus promesas en el G-8 e insistiendo en que la ayuda dé de verdad resultados.
Hay que saltarse las burocracias y llevar la ayuda a donde se la necesita: en la tierra labrada por las familias de agricultores más pobres del mundo.
Un problema en blanco y negro
NUEVA YORK – En la tarde del 16 de julio, dos hombres parecían estar queriendo forzar la entrada a una hermosa casa en un barrio elegante de Cambridge, Massachusetts.
Avisado por una llamada telefónica, un policía llegó rápidamente al lugar.
Vio a un hombre negro dentro de la casa y le pidió que saliera.
El hombre se negó.
Y el policía le exigió que se identificara.
El hombre, todavía negándose a salir de la casa, dijo que era un profesor de Harvard, mostró su identificación y advirtió al policía que no se metiera con él.
Dijo algo sobre cómo en Estados Unidos se discrimina a la gente de color, y exigió al policía, que era blanco, su nombre e identificación.
El policía, junto a varios colegas, arrestó al profesor por causar desórdenes.
Hoy sabemos que el profesor había forzado la entrada a su propia casa, con ayuda de su chofer, porque la puerta se había atascado.
Lo inusual aquí no es la severidad del policía.
La mayoría de la gente en Estados Unidos sabe que, si uno le responde a la policía, rápidamente se meterá en problemas.
El hecho de que el hombre fuera negro puede o no haber hecho que el policía fuera a por las esposas más rápido de lo normal.
Eso tampoco habría sido inusual.
Lo que hizo de éste un caso especial no es el hecho de que Henry Louis "Skip" Gates sea uno de los profesores más famosos del país, tanto por sus libros como por sus artículos y sus numerosas apariciones en televisión.
Es un “grande”, alguien que mueve los hilos del mundo académico y mediático, un amigo del Presidente Barack Obama.
Por eso le advirtió al Sargento James Crowley, un veterano de la fuerza policíaca de Cambridge, que no se metiera con él.
La clase y la raza se superponen en los Estados Unidos.
En este caso, es imposible separarlas.
Gates, profundamente consciente de ellas y, de hecho, un especialista de la terrible historia de las relaciones raciales en su país, supuso instintivamente que era víctima del prejuicio.
Por sus palabras parece ser que era igualmente consciente de no estar recibiendo el respeto debido a un distinguido profesor de Harvard y estrella de los medios.
Como se lo expresara a su hija en una entrevista publicada en línea: "[Crowley] debería haber dicho ‘Lo siento, señor, y buena suerte. Me encanta su serie de televisión.
¡Más tarde comprobaremos que todo esté bien!’”
Desgraciadamente, el Sargento Crowley nunca había escuchado del Profesor Gates.
Como hombre de la localidad cuyos hermanos también trabajan en la policía, fanático de los deportes y entrenador aficionado de basquetbol, simplemente no se mueve en los mismos círculos sociales que Gates.
Finalmente se anularon los cargos, y la cosa habría quedado ahí si el Presidente Obama, cansado y frustrado tras semanas de luchar por su ley de reforma de la salud, no hubiera cargado la balanza a favor de su "amigo" Gates, llamando "estúpido" al policía.
Tanto él como Gates dijeron más tarde haber "aprendido" del incidente.
Puede que Gates hasta esté con planes de hacer un documental televisivo sobre el perfilamiento racial.
Algo que se puede aprender, si es que no lo hemos hecho ya, es lo cerca de la superficie de la vida estadounidense que se encuentran las sensibilidades raciales, a pesar de la elección de un presidente de raza negra.
Las complejidades de la rabia de los negros, el sentimiento de culpa de los blancos, y del temor de ambos grupos, son tan difíciles que la mayoría de los estadounidenses prefiere no hablar de temas raciales.
El campo está demasiado minado.
Uno de los grandes logros de Obama es que lo convirtió en un tema serio a través de la brillantez de su retórica.
Sigue habiendo mucha tela que cortar acerca de la grotescamente desproporcionada cantidad de hombres de raza negra en las prisiones estadounidenses, de la falta de oportunidades educacionales en las áreas pobres y de mayoría negra, del atroz sistema de atención de salud, y de la muy real brutalidad de los policías contra los negros que no tienen el privilegio de poseer una tarjeta de identificación de Harvard.
Probablemente sea cierto que a muchos policías, aunque hayan sido entrenados para evitar el perfilamiento racial, como lo había sido el Sargento Crowley, se los tenga que convencer de que un hombre negro sí puede vivir en una de las mejores casas de Cambridge o cualquier otra ciudad del país.
Sin embargo, ¿es el 'affaire' Gates la manera correcta de abrir el debate?
Uno podría argumentar que así es, porque si no es el profesor Gates, ¿entonces quién?
Precisamente porque es una figura pública, está en posición de atraer la atención nacional a un problema grave.
Si lo mismo le hubiera pasado a un desconocido de Harlem, u otro distrito pobre y predominantemente negro, nadie habría escuchado nunca del asunto.
El hecho de que le ocurriera a un profesor de Cambridge hace que todos se enteren.
Sin embargo, existe el peligro de que esto tenga un efecto adverso en este necesario debate nacional.
Al hacer un problema tan grande de lo que fue un incidente menor, se podría acusar a Gates de trivializar casos de abuso mucho peores.
De hecho, ni siquiera sabemos a ciencia cierta si éste fue un incidente de ese tipo.
Crowley nunca mencionó el color de la piel de Gates.
No hubo violencia.
Sólo nervios muy a flor de piel e hipersensibilidad ante sutiles indicios de falta de respeto, por parte tanto del profesor como del policía.
La indignación acerca de un profesor con el que no hay que meterse no es la mejor manera de debatir la apremiante situación de innumerables personas pobres y anónimas a las que a la mayoría de nosotros nos resulta demasiado fácil ignorar.
¿Una novia de Bollywood para Sarkozy?
PARÍS – Desde que el Presidente francés Nicolas Sarkozy abandonó la lista de solteros más codiciados de su país, al reconocer públicamente su relación amorosa con la supermodelo, convertida en cantante, Carla Bruni durante un viaje romántico a Eurodisney, ha empezado a tener problemas.
Su índice de popularidad ha caído por primera vez por debajo del 50 por ciento.
Los ciudadanos mayores franceses no consideran demasiado divertido el espectáculo público de su dirigente enamorado.
En el extranjero, los legisladores egipcios se sintieron tan atribulados por la perspectiva de que el Jefe de Estado francés compartiera cama con su novia, que varios de ellos manifestaron su desaprobación en el Parlamento.
Asimismo, la India está en un dilema sobre cómo aplicar el protocolo durante la inminente visita de Sarkozy al subcontinente como invitado de honor en las celebraciones del 26 de enero, Día de la República de ese país.
¿Debería la Primera Novia contar con su propio desfile de coches, como una Primera Dama?
Entretanto, los mismos grupos hindúes de extrema derecha que protestan contra el Día de San Valentín como decadente fiesta occidental han advertido que, si Sarkozy llega con su novia a remolque, saldrán a las calles a darle el recibimiento que se merece.
Esa controversia ha amenazado con eclipsar una cumbre anunciada a bombo y platillo entre dos de las grandes democracias del mundo.
Con los lucrativos acuerdos comerciales que están en juego sobre los artículos muy costosos que impulsan la economía francesa –armamento, centrales nucleares y aviones Airbus-, Francia tiene un gran interés en que la cumbre en la India tenga éxito.
Así, pues, cuando corren rumores sobre ceremonias secretas de boda ya concluidas o en preparación, ¿podrían los problemas que se están fraguando en la India en relación con la muy pública vida amorosa del Presidente francés ser la causa de las prisas para que la pareja esté legalmente casada?
La noticia aparecida en el medio de prensa favorecido por SarkozyLe Journal du Dimanche de que la pareja piensa casarse desencadenó un frenesí de conjeturas febriles sobre cuándo podría ser el feliz acontecimiento.
La pareja intercambió importantes prendas de afecto mutuo: él le regaló un anillo con un diamante rosado de Dior en forma de corazón y ella le regaló un reloj suizo.
“Va en serio”, reconoció el perdidamente enamorado Presidente.
Pero se negó, incluso ante las preguntas directas de periodistas, a revelar la fecha exacta.
“Lo más probable es que se enteren ustedes después de que haya ocurrido”, se burló.
Se rumorea que la pareja ha fijado la boda para el 8 o el 9 de febrero. Otros dicen que Sarkozy ya ha burlado a los medios de comunicación casándose en secreto en el Palacio del Elíseo, incluso cuando esquivaba preguntas sobre la boda.
Si es así, Sarkozy se ha perdido la oportunidad romántica de su vida.
Si la pareja se mostró ardiente ante las cámaras con Luxor y Petra de fondo, podemos imaginar lo mucho más ardiente que podría llegar a estar en el lugar más romántico de la Tierra, el Taj Mahal.
Y, en vista de que todo lo relativo a Bollywood hace furor en Francia, una espléndida boda india sería apropiada.
La propia trayectoria vital de Bruni se parece mucho a la de muchas estrellas de Bollywood, que han pasado de modelos a actrices.
Una hermosa morena que canta resulta perfecta para una renovación de imagen al estilo Bollywood.
El Gobierno de la India se sentirá más que aliviado al ver a la primera novia convertida en esposa.
Como ha dicho uno de los principales diarios de la India, elIndian Express,para que nadie se confunda:“Una novia no es una esposa”.
Una vez casados, todas las preocupaciones por el protocolo en relación con la pareja francesa desaparecerían pura y simplemente.
Pese a los culebreos, a veces claramente pornográficos, en la pantalla de las actrices incipientes de Bollywood, la India sigue siendo una sociedad profundamente conservadora.
El divorcio es objeto de anatema.
(Sarkozy ya está divorciado dos veces.)
Y, si bien abundan las queridas entre las clases privilegiadas, no se pasean en público junto a sus poderosos amantes.
Los besos y las caricias en público, incluso entre esposos, son objeto de tabú.
A ese respecto, la India se parece más a la Francia respecto de la cual Sarkozy quiere hacer borrón y cuenta nueva que a la actual.
La mayoría de los indios, como, al parecer, muchos franceses, preferirán no abandonar la “hipocresía” que lamenta Sarkozy por parte de sus predecesores (léase: el ex Presidente francés François Mitterrand, quien tuvo con su querida una hija de la que el público nada supo hasta el entierro de su padre).
Sarkozy, más que nadie, debería saber que gran parte de lagravitas del cargo se deriva de la pompa y la circunstancia.
El de gobernar es un arte en el que las apariencias deben ser engañosas.
Cuando Sarkozy, quien, por lo demás, tiene tan buen olfato para las relaciones con los medios de comunicación, afirma que no es diferente de cualquier otro hombre, se acerca peligrosamente a la confusión entre el cargo y la persona del Presidente.
La mayoría de los franceses sólo podrían soñar con una boda exótica en la India.
Sarkozy podría hacer realidad ese sueño.
Si de verdad está tan locamente enamorado de Bruni, como dice, y piensa casarse con ella inmediatamente, ¿por qué no aprovecha su próximo viaje a la India y hace de ella una boda inolvidable?
Podría reunirse con su novia sentado majestuosamente en la gualdrapa de un elefante profundamente adornado y ella, enjoyada y envuelta en las mejores galas indias, estaría deslumbrante.
El Presidentebling-bling,como se ha llamado a Sarkozy, puede exhibir todo el oro que quiera y prodigar aún más diamantes a su novia.
Las cámaras rodarían, los indios sonreirían y Francia gozaría de un espectáculo de Bollywood superior a lo que jamás hubiera soñado.
Y, si es demasiado tarde para la boda, siempre quedará el banquete.
Veinticinco años después del desastre nuclear de Chernóbil, la catástrofe actual en el reactor nuclear de Fukushima, en el Japón, ha revelado con claridad y de una vez por todas –es de esperar– que las supuestas bondades de la era nuclear son meras ilusiones falsas: la energía nuclear no es ni limpia ni segura ni barata.
La energía nuclear adolece de graves riesgos irresueltos: la seguridad de las centrales, los desechos nucleares y –el más amenazador– la proliferación militar.
Además, las opciones substitutivas de la energía nuclear –y de los combustibles fósiles– son bien conocidas y técnicamente mucho más avanzadas y sostenibles.
Aceptar la energía nuclear no es una necesidad; es una opción política deliberada.
La energía nuclear y la de los combustibles fósiles forman parte de las utopías tecnológicas de los siglos XIX y XX, basadas en la creencia en la inocencia de lo tecnológicamente viable y en que, en aquella epóca, sólo una minoría de personas a escala mundial, la mayor parte en Occidente, se beneficiaba de los avances tecnológicos.
En cambio, el siglo XXI se caracterizará por la comprensión de que el ecosistema mundial y sus recursos, que son indispensables para la supervivencia humana, son finitos y de que ello entraña una responsabilidad perdurable de preservar lo que tenemos.
Afrontar ese imperativo entraña a un tiempo un enorme empeño tecnológico y la oportunidad de volver a definir el significado de la modernidad.
El futuro de la energía de nueve mil millones de personas, pues ésa será la población mundial a mediados del siglo, no estriba ni en los combustibles fósiles ni en la energía nuclear, sino en las fuentes de energía renovables y las espectaculares mejoras de la eficiencia energética.
Ya lo sabemos.
Entonces, ¿por que los países más avanzados, en particular, aceptan el riesgo de una megacatástrofe al intentar crear energía mediante la fisión radioactiva?
La respuesta no radica, en última instancia, en utilización civil alguna de la energía nuclear, sino ante todo en sus aplicaciones militares.
Originariamente, se utilizó la energía derivada de la división de átomos de uranio y plutonio para la fabricación del arma definitiva, la bomba atómica.
La condición de potencia nuclear brinda protección y prestigio a los Estados soberanos.
Incluso hoy, la bomba divide el mundo en dos clases: los pocos Estados que la tienen y los muchos que carecen de ella.
El antiguo orden de la Guerra Fría se basaba en la carrera de armamentos nucleares entre las dos superpotencias: los Estados Unidos y la Unión Soviética.
Para impedir que los demás intentaran llegar a ser potencias nucleares, lo que habría multiplicado y extendido el riesgo de confrontación nuclear, en el decenio de 1960 se formuló el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, que aún sigue rigiendo las relaciones entre las potencias nucleares y el resto del mundo, con la imposición de la renuncia a quienes carecen de esas armas y la obligación del desarme nuclear a quienes las tienen.
Naturalmente, el Tratado sobre la no proliferación ha sido violado o burlado por Estados que nunca lo subscribieron.
Así, pues, aún hoy el riesgo sigue siendo el de que aumente el número de potencias nucleares, en particular dada la esperanza que potencias medias y pequeñas abrigan de aumentar su prestigio y su posición en los conflictos regionales.
El Irán es el ejemplo más actual de ello.
La nuclearización de esos Estados, no siempre estables, amenaza con volver mucho más peligrosos los conflictos del siglo XXI y también aumentará en gran medida el riesgo de que las armas nucleares acaben en manos de terroristas.
Pese al Tratado sobre la no proliferación, no siempre ha funcionado –o no del todo– una separación clara entre la utilización civil y militar de la energía nuclear, porque las normas del Tratado permiten a todos los Estados signatarios desarrollar y utilizar –con supervisión internacional– todos los componentes del ciclo del combustible nuclear para fines civiles.
De modo que a partir de ahí lo único que hace falta para llegar a ser una potencia nuclear son unas pequeñas medidas técnicas y la decisión de los dirigentes políticos de adoptarlas.
Ese poder político –y no las necesidades de la política nuclear– es lo que hace que resulte tan difícil abandonar la energía nuclear.
Por regla general, la vía hacia la condición de potencia nuclear siempre empieza con los llamados programas nucleares “civiles”.
Así, pues, las supuestas ambiciones nucleares “civiles" del Irán, por ejemplo, han provocado una gran proliferación de dichos programas “civiles” en los Estados vecinos.
Honni soit qui mal y pense!
Y, naturalmente, las reacciones de las potencias nucleares ante el desastre de Fukushima serán observadas y analizadas detenidamente por los llamados “países que se encuentran clandestinamente en el umbral”.
Así, pues, ¿cómo reaccionará el mundo –y ante todo las principales potencias nucleares– ante el desastre de Fukushima?
¿Habrá de verdad un cambio de rumbo para impulsar al mundo hacia el desarme nuclear y un futuro libre de amas nucleares?
¿O presenciaremos intentos de quitar importancia a esa calamidad y volver lo antes posible a la situación habitual?
Lo sucedido en Fukushima ha puesto al mundo ante una disyuntiva fundamental y de grandes consecuencias.
Ha sido el Japón, el país de la tecnología avanzada par excellence (y no la unión Soviética) el que ha resultado incapaz de adoptar precauciones adecuadas para impedir un desastre en cuatro bloques de reactores.
Entonces, ¿cuál será una futura evaluación de riesgos, si países mucho menos organizados y desarrollados empiezan a adquirir –con la asistencia activa de las potencias nucleares– capacidades para la energía nuclear civil?
Cualquier decisión de continuar como en el pasado enviaría un mensaje inequívoco a los países que se encuentran clandestinamente en el umbral y están intentando en secreto conseguir armas nucleares: pese a la retórica elevada y a los documentos verbosos, las potencias nucleares carecen de voluntad política para cambiar de rumbo.
Sin embargo, si abandonaran la energía nuclear, su transcendental cambio de parecer constituiría una fructífera contribución a la seguridad nuclear mundial y, por tanto, a la lucha contra la proliferación nuclear.
Una PAC renacida
WAGENINGEN, PAISES BAJOS – Nacida en 1957, la Política Agrícola Común (PAC) ya tiene más de 50 años, y la Comisión Europea está proponiendo lo que da en llamar un chequeo de salud de su hijo de mediana edad.
Ahora bien, cualquier ajuste superficial no satisfará las necesidades futuras de la Unión Europea.
La PAC debe nacer de nuevo.
El trabajo sobre su renovación debe comenzar ya mismo, y el proyecto debería estar listo para 2013.
Pero se necesita una reconsideración mucho más profunda.
El objetivo original de la PAC era ofrecer una fuente segura de alimentos para los seis estados miembro originales de la Unión, que eran importadores de alimentos y buscaban un grado de autosuficiencia.
Todos los ciudadanos tenían que tener acceso a alimentos buenos, saludables y baratos.
Una mejor productividad agrícola beneficiaría a las zonas rurales y les permitiría a los agricultores tener una participación comparativa en la creciente riqueza de la Unión.
Se desarrollaron los instrumentos para alcanzar esos objetivos, y se logró la seguridad alimenticia.
La PAC rápidamente pasó a ser vista como la joya de la corona del proyecto europeo.
A medida que la UE evolucionó y se expandió, los sistemas alimenticios se volvieron más complejos, y comenzó a tallar la producción, el procesamiento, la organización de la cadena de suministro y la distribución mayorista y minorista, lo que a su vez implicó nuevas cuestiones como la salud y el medio ambiente.
El uso de la tierra también está recibiendo un escrutinio más serio.
Un estudio de 1991 realizado por el Consejo Científico para Políticas Gubernamentales de Holanda, tituladoGround for Choices, demostró que el abastecimiento de alimentos de la UE se podía cumplir con el 50% menos de tierra cultivada, el 80% menos de pesticidas y a un 50% menos del costo.
La contaminación se reducirá el 70% como resultado de la presencia de menos nitratos en el agua de la superficie, y se reducirían los gases de  tipo invernadero.
Esas cifras eran para una UE de 15 países, de manera que con los 27 miembros de hoy las posibilidades son incluso mayores.
Un análisis holandés del uso de la tierra reveló que si se emplearan los mejores medios técnicos y ecológicos en la mejor tierra disponible, se podrían obtener ganancias sustanciales en la producción alimenticia.
De manera que no sorprende que la cantidad de agricultores necesaria haya decaído sustancialmente.
Visto desde el punto de vista de la seguridad alimenticia y la riqueza de las zonas rurales, hoy existe una necesidad urgente de revisitar los principales instrumentos de la PAC de manera que se pueda introducir una nueva fórmula política.
Se deben eliminar los subsidios perversos y se deben reconsiderar aquellos acuerdos nuevos que favorecen productos como los biocombustibles.
El status quo claramente tiene que cambiarse.
La política rural en la UE muchas veces se reduce a garantías de ingresos para la comunidad agropecuaria.
Pero esa actitud está socavando el cambio.
Se debe alentar la competencia, ya que una mayor existencia de capacidad empresarial fortalecerá a la comunidad agropecuaria, con menos agricultores pero mejores granjas.
Una PAC simplificada estimularía una agricultura más limpia, más productiva y eficiente.
Un beneficio lateral para la posición de la UE en el mundo podría ser que se puedan reiniciar las conversaciones estancadas de Doha de la Organización Mundial de Comercio una vez que a los agricultores en los países en desarrollo se les asegure que recibirán un trato justo de parte de Europa.
Es más, podría restablecerse el rol de la PAC como motor de la integración política y social en Europa una vez que se implementen las políticas renovadas.
Sin embargo, una renovación de este tipo no se puede dejar librada a las fuerzas de mercado globales, ya que los resultados no necesariamente beneficiarían a la agricultura y a la sociedad de Europa.
Si el mercado "se porta mal", los agricultores podrían quedar reducidos a la pobreza, lo que llevaría al abandono de grandes zonas de Europa.
Ese es un peligro lo suficientemente real al que los estrategas políticos deben prestarle mucha atención mientras reforman la PAC sobre la base de los cinco pilares siguientes:
1. La UE necesita una política de conocimiento e innovación que fortalezca la competitividad de la agricultura europea.
Una política semejante ha resultado exitosa en Holanda, donde contribuyó sustancialmente al desarrollo y potencial de los agronegocios del país.
Diez de 21 ramas de los agronegocios holandeses, entre ellos las semillas hortícolas, plantas ornamentales, papas de semilla y la carne de ternera, están entre las que más contribuyen a la economía nacional y a la balanza comercial del país.
En la UE en su totalidad, una política dirigida hacia programas de investigación que estimulen la excelencia científica y una mayor coherencia en el sistema de conocimiento europeo fortalecería enormemente la competitividad de la agricultura y contribuiría a la seguridad alimenticia y al desarrollo sustentable.
2. Europa también necesita una política de reestructuración para el uso de la tierra.
A nivel europeo, se han financiado muchos programas de mejora estructural, pero la producción agrícola y el uso de la tierra no se encuentran entre ellos.
El desarrollo de una Estructura Agraria Principal complementaría la Estructura Ecológica Principal europea.
La reforestación y la reparación de los ecosistemas naturales también deberían ser parte de una política sobre el uso de la tierra.
3. Una política para los sistemas alimenticios europeos trataría la producción, el procesamiento, la distribución, la logística y la comercialización en su conjunto.
Los patrones y preferencias de consumo son una parte integral de estos sistemas.
Estudios preliminares realizados por parte de "Planificación de los Sistemas Alimenticios Europeos" de la Fundación Europea de Ciencias podrían resultar útiles a la hora de diseñar una política que abarque a toda la UE.
4. La agricultura metropolitana en un mundo que se urbaniza rápidamente puede ofrecer productos de alta calidad en pequeños lotes de tierra.
Ofrece una respuesta a la creciente demanda de alimentos saludables con efectos colaterales mínimos para el medio ambiente.
5. Una nueva PAC debería incluir una política para salvaguardar los paisajes de Europa.
Pero no debería mantenerse un legado cultural en todas partes, ni tampoco debería ignorarse el costo.
Y no tendría que ser una política defensiva del tipo que tiende a concentrarse en tierra de poca calidad.
Estos cinco pilares implican elecciones drásticas, pero probablemente requerirán menos dinero de los contribuyentes de Europa, no más.
Ellos podrían hacer un aporte real para una agricultura y un uso de la tierra más limpios, más productivos y eficientes, al mismo tiempo que se tienen en cuenta las necesidades sociales.
Un avance contra el hambre
NUEVA YORK – La crisis de hambre que sufre el mundo hoy nunca fue tan severa y requiere de medidas urgentes.
Casi mil millones de personas están atrapadas en una situación de hambre crónica -quizá 100 millones más que hace dos años-.
España está asumiendo el liderazgo global en la lucha contra el hambre invitando a los líderes mundiales a Madrid a fines de enero para avanzar más allá de las palabras y pasar a la acción.
Con el liderazgo de España y la participación del secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, varios gobiernos donantes están proponiendo aunar sus recursos financieros para que los agricultores más pobres del mundo puedan cultivar más alimentos y escapar de la trampa de la pobreza.
Los beneficios de parte de la ayuda de los donantes pueden ser considerables.
Los agricultores campesinos en África, Haití y otras regiones empobrecidas hoy en día siembran sus cultivos sin el beneficio de las variedades de semillas de alto rendimiento y los fertilizantes.
El resultado es un rendimiento de los granos (por ejemplo, maíz) que es aproximadamente un tercio menos de lo que se podría obtener con mejores insumos agrícolas.
Los agricultores africanos producen alrededor de una tonelada de granos por hectárea, comparado con más de cuatro toneladas por hectárea en China, donde los agricultores utilizan fertilizantes en abundancia.
Los agricultores africanos saben que necesitan fertilizantes; sólo que no pueden pagarlos.
Con la ayuda de los donantes, sí pueden.
Estos agricultores entonces no sólo están en condiciones de alimentar a sus familias, sino que también pueden empezar a generar ingresos en el mercado y ahorrar para el futuro.
Con un nivel creciente de ahorros en pocos años, los agricultores finalmente pueden calificar para un crédito o tener suficiente efectivo como para comprar por cuenta propia insumos vitalmente importantes.
Hoy existe un consenso generalizado sobre la necesidad de un mayor financiamiento de parte de los donantes para los pequeños agricultores (aquellos que tienen dos hectáreas o menos de tierra, o pastores empobrecidos), lo cual es especialmente urgente en África.
El secretario general de la ONU lideró un grupo directivo el año pasado que determinó que la agricultura africana necesita alrededor de 8.000 millones de dólares por año en financiamiento de parte de los donantes -aproximadamente cuatro veces el total actual-, con un fuerte énfasis en mejores semillas, fertilizantes, sistemas de irrigación y capacitación extensiva.
Además de la ayuda directa para los pequeños agricultores, los donantes deberían brindar una mayor ayuda para la investigación y el desarrollo necesarios para identificar nuevas variedades de semillas de alto rendimiento, especialmente para cultivar plantas que puedan soportar inundaciones temporarias, exceso de nitrógeno, suelos salitrosos, pestes de los cultivos y otros desafíos para la producción sustentable de alimentos.
Ayudar a los pobres con las tecnologías de hoy, al mismo tiempo que se invierte en futuras tecnologías mejoradas, es la división óptima del trabajo.
La amortización de esta inversión es maravillosa, con centros de investigación como el Instituto Internacional de Investigación del Arroz y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo que ofrecen semillas de alto rendimiento y estrategias de agricultura innovadoras que, en conjunto, dieron origen a la Revolución Verde Asiática.
Estos centros no son nombres conocidos por todos, pero merecen serlo.
Sus avances científicos ayudaron a alimentar al mundo, y necesitaremos más como ellos.
Decenas de países de bajos ingresos y déficit alimentario, tal vez incluso hasta 40-50, han elaborado programas urgentes para una mayor producción de alimentos por parte de los pequeños agricultores, pero actualmente se ven impedidos por la falta de financiamiento de los donantes.
Estos países recurrieron al Banco Mundial en busca de financiamiento, y el Banco hizo un valioso esfuerzo de ayuda en 2008 a través de su Programa de Respuesta a la Crisis Alimenticia Global (GFCRP, tal su sigla en inglés).
Pero el Banco aún no tiene fondos suficientes para satisfacer las necesidades urgentes de estos países, y tuvo que racionar la ayuda a una pequeña fracción de los flujos que se pueden usar de manera efectiva y confiable.
Cientos de millones de personas, mientras tanto, siguen atrapadas en el hambre.
Muchos países donantes individuales declararon que ya están en condiciones de aumentar su respaldo financiero para la agricultura minifundista, pero están buscando los mecanismos apropiados para hacerlo.
Las estructuras de ayuda actuales son inadecuadas.
Las más de 20 agencias donantes bilaterales y multilaterales para la agricultura están muy fragmentadas y tienen una escala insuficiente a nivel individual y colectivo.
A pesar de los esfuerzos dedicados de muchos profesionales, la respuesta a la crisis del hambre sigue siendo totalmente inadecuada.
Las temporadas de siembra de 2008 llegaron y se fueron con una ayuda adicional demasiado escasa para los pequeños agricultores empobrecidos.
Los países africanos buscan interminablemente, y la mayoría de las veces infructuosamente, los pequeños financiamientos necesarios para sus compras de fertilizantes y semillas mejoradas.
Como miembros del comité asesor para la iniciativa española, mis colegas y yo recomendamos que los donantes aúnen sus fondos en una única cuenta internacional, que llamamos el Mecanismo de Coordinación Financiera (FCM, tal su sigla en inglés).
Estos fondos en conjunto les permitirían a los agricultores en los países pobres obtener los fertilizantes, las variedades de semillas mejoradas y el equipo de irrigación de pequeña escala que necesitan con urgencia.
Los países pobres recibirían un financiamiento rápido y predecible para los insumos agrícolas de una única cuenta, y no de decenas de donantes distintos y fragmentados.
Al reunir los recursos financieros en un único donante, el Mecanismo de Coordinación Financiera, los costos administrativos de los programas de ayuda podrían mantenerse bajos, se podría asegurar la disponibilidad de flujos de ayuda y los países pobres no tendrían que negociar 25 veces para recibir ayuda.
El tiempo de hacer negocios como habitualmente terminó.